Sant Antoni, fiesta de barbudos

Semana de los barbudos en un barrio de barbudos, aunque ya no se rifan cerdos y las nuevas panaderías reciclan el roscón de Reyes en vez de ofrecer el tortel que corresponde

Germán González

Periodista

Guardar

Todo está inventado. Antes de aparecer el 'blue monday' en el imaginario colectivo tan globalizado, en el que todas las modas comerciales son fácilmente exportables, el refranero catalán ya tenía su propia forma de denominar a los días de resaca navideña que afectaban en nuestro estado de ánimo. Casualmente ese 'lunes triste', situado en el tercer lunes del año, coincide este 2022 con la celebración en Sant Antoni Abat o 'dels burros' como se le conoce popularmente por ser patrón de los animales. Hasta tal punto era famoso en mi barrio, pegado al de Sant Antoni, que cuando felicitabas a alguno de mis mayores, pese a no ser su santo, se enfadaban y te respondían airadamente 'igualmente'. No hay nada como la irreverencia religiosa.

La tradición catalana denomina a los días entre el 13 y el 21 de enero 'la setmana dels barbuts' en referencia a los santos que se celebran: Sant Hilari, Sant Bonet, Sant Pau, Sant Maur Abat, Sant Antoni Abat, Sant Sebastià o Sant Fructuós. En la iconografía cristiana están representados por largas y espesas barbas blancas que se asocian al frío ya que en muchos puntos de Cataluña es la semana que más bajan las temperaturas. Precisamente, algunos son más populares que otros por los refranes que los asocian con épocas congeladas como 'Per Sant Sebastià fa un fred que no es pot aguantar' o 'la setmana dels barbuts, setmana d'esternuts'.

Pero sin duda el santo más conocido de los 'barbudos' es Sant Antoni, efeméride en la que muchas localidades superan la bajada de ánimo navideño con una fiesta y que en Barcelona inaugura el calendario anual de celebraciones con actos en el barrio situado en el Eixample. Hay una conexión gastronómica entre Sant Antoni y Sant Martí, que se celebra en noviembre y es una de las últimas festividades del año. En el siglo XIX, los comerciantes rifaban un cerdo en Sant Antoni, que se debía cebar durante el año para matarlo en Sant Martí.

El sorteo se acompañaba de un desfile pomposo con música en la que el animal era expuesto en medio de jolgorio y no es para menos ya que su carne y sus embutidos servían para alimentar todo el invierno. Ahora se recuperó esta tradición, aunque el sorteo son productos cárnicos de las charcuterías de la zona, ya que cuesta sacrificar a un ser vivo y más si convive un año con nosotros.

Es curioso que un santo barbudo sea el patrón de uno de los barrios de moda en Barcelona que ha atraído a residentes y visitantes llamados 'hipsters', reconocibles por su forma de vestir y, precisamente, sus barbas. En el barrio han proliferado comercios de alimentación específica como la italiana o la oriental y restaurantes propios de manjares de más elaboración o incluso especializados en vemuts o desayunos. Tiene una oferta gastronómica tan variada que es más fácil comerte huevos poché con crema de caracoles aderezado con cilantro y frutos rojos salvajes que unas patatas fritas con chistorra. 

Pese a que esta modernidad ha provocado que Sant Antoni sea un punto de atracción de un público con un poder adquisitivo más alto, acostumbrado a coleccionar experiencias vitales más que saborearlas, la vocación comercial está en sus raíces. El barrio se creó tras derribar la muralla y acceso a la ciudad por una de las puertas principales, que tenía este nombre por una iglesia próxima, y que creció gracias a los comerciantes que exponían sus productos al aire libre, principalmente alimentación, aprovechando que era una zona de paso. Tan importante era para la ciudad que se incluyó en el Plan Cerdà el actual Mercat de Sant Antoni para dar cobijo a esos comerciantes y así se construyó entre 1879 y 1882. Más tarde llegarían otros mercaderes de textiles para vender en la zona y es por eso que el actual mercado, renovado hace unos años, mantiene separadas los espacios de venta de alimentación y de ropa.

Sant Antoni es patrón de los arrieros y de los animales. Por eso su fiesta mayor, que empieza esta semana, tiene un desfile en su honor, la cabalgata de los Tres Tombs en la que jinetes y carros antiguos cargados de alimentos y objetos artesanales dan tres vueltas al barrio. Además, celebra la tradicional bendición de animales, en la que hay muchos perros y pájaros, a veces se ha llevado algún que otro ejemplar de hurón o conejo, además de exóticos, como serpientes. Pero un santo como Sant Antoni también debía mostrar su singularidad frente a otros con un dulce propio. Es el llamado 'tortell' de Sant Antoni que se debe comer el domingo anterior a la procesión de los Tres Tombs.

Su receta es muy similar al roscón de Reyes aunque se le añade limón rallado y canela en una pasta de briox con relleno de mazapán. A diferencia del postre real del 6 de enero no está cubierto de fruta confitada pero también incluye sorpresa: una figura de cerámica de un animal y una 'haba'. En mi casa, a la persona que le tocaba el 'haba' o 'fava' en Reyes debía pagar el de Sant Antoni y el 'agraciado' con esta sorpresa en este tortel abonaba el dulce navideño al año siguiente, aunque siempre había mucho despistado.

Los 'tortells de Sant Antoni' se pueden encontrar en las pastelerías entre el 12 y el 21 de enero, aunque cuando más oferta hay son los fines de semana. Quedan pocas artesanas, con obrador, en el barrio pero para la fiesta mayor lucen los escaparates con los torteles hechos en honor del patrón y elaborados de forma clásica, sin fruta por encima y con mazapán por dentro. En el barrio sobreviven pocos comercios clásicos, de esos que han fomentado muchas veces la red de apoyo vecinal en épocas complicadas. Son una especie en vías de extinción por las jubilaciones de personas que se han dedicado cuerpo y alma al negocio durante décadas junto con el incremento de precios de los alquileres de los locales, la consecuencia más especulativa de poner de moda una zona.

Además, otra muestra más de las sacudidas a la tradición son las apariciones de cadenas de panaderías con cafetería que se han impuesto en el paisaje del barrio. En ellas también se encuentran los 'tortells de sant Antoni' aunque tienen una oferta muy diferente, con roscos rellenos de nata o chocolate, que parecen copias recicladas del de Reyes. Estas nuevas modalidades cumplen su función de ser un dulce de celebración, aunque hay un refrán relacionado con el santo barbudo que nos recuerda los riesgos de los matrimonios de conveniencia: 'Sant Antoni es va enamorar d’un porc i els ulls s’enamoren de lleganyes'. En las emociones que te salen de las entrañas, como el amor o disfrutar de la comida, nada como lo auténtico.

El polo de atracción en que se ha convertido Sant Antoni provoca un incremento de las actividades durante su fiesta patronal, muchas de ellas gastronómicas como es normal ante un patrón tan ligado a la alimentación. Junto con espectáculos infantiles, deportivos, culturales y pirotécnicos, en el programa previsto en Barcelona, si la situación sanitaria lo permite, para la próxima semana se puede encontrar degustación de gastronomía argentina, cocina para evitar el derroche alimentario, talleres para aprender a preparar varias recetas, concursos de paellas o un vermut 'diabólico', entre otros. Todo sirve para hacer caja aprovechando la tentación que supone esta zona y la capacidad de reinventar la tradición. No hay duda de que el santo barbudo estaría muy contento de recibir al frío y espantar al desánimo alimentando cuerpo y alma.

Archivado en: