Lançar a manta, el picnic de Portugal que mantienen las tejedoras tradicionales

Un viaje a Tras-o-Montes, donde aún se respira la saudade portuguesa, para formar parte de un picnic tradicional que tejedoras como Doña Fernanda mantienen

Javier Llavona

Periodista de viajes y gastronomía

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Productos típicos sobre la manta, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona
Productos típicos sobre la manta, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona

Portugal es tierra de tradiciones. Un viaje al corazón del país luso nos lleva hasta Tras-os-Montes. Considerada una de las regiones más despobladas de toda Europa, es un auténtico vergel para los viajeros que huyen del turismo masivo. Vimioso, uno de los nueve concejos de estas tierras, llama la curiosidad por su cuidado patrimonio natural, etnográfico y cultural.

Playa fluvial de Uva, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona
Playa fluvial de Uva, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona

Tras-os-Montes es una tierra que da más de lo que recibe. Que nos permite viajar en el tiempo y donde se aprecia la sencillez de unas gentes que muestran, con orgullo, lo que tienen. Un viaje hacia la saudade más pura, de raíz, que se siente, se ve y se come. Pura añoranza lusitana en pequeños retales de vivos colores.

Un picnic tradicional

El momento de lançar a manta, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona
El momento de lançar a manta, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona

Postales de un territorio que ve cómo los jóvenes se van en busca de un futuro prometedor; como si de Magallanes, natural de Tras-os-Montes, se tratase. En un empeño por no perder la memoria intangible de estas tierras, Vimioso da un paso al frente con un proyecto que recupera una tradición ligada a la gastronomía local. 

Lançar a manta consiste en disfrutar de un picnic con productos autóctonos en rincones con encanto del municipio de Vimioso. Una costumbre de antaño, que nos transporta a la época de la siembra y largos jornales en el campo, de confraternización alrededor de una sencilla manta que hacía a su vez de mantel. El sinuoso territorio complicaba ir y volver al pueblo para almorzar, por lo que se instauró esta tradición donde los mayores ofrecían, con sentido y cariño, lo mejor de sus cocinas

Manos que hablan por sí solas 

Doña Fernanda en su telar, tejiendo una manta Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona
Doña Fernanda en su telar, tejiendo una manta Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona

Los propios retazos del mantel cuentan una historia viva. Doña Fernanda es una de las últimas tejedoras que aún las continúa creando de manera artesanal. Desde el fresco taller que tiene en el bajo de su casa en Uva, el sonido de los lejanos burros mirandeses parece querer competir con el traqueteo sordo de su telar.

Doña Fernanda habla poco, y no es por el idioma. Son sus ojos, brillantes, curiosos y vívidos, los que hablan por ella. Sus manos, cuarteadas por el sol, narran el paso del tiempo. Mientras termina una manta por encargo con trozos de camisas de su marido, se le escapa alguna media sonrisa. Habla sobre historias y anécdotas cotidianas, de épocas en las que la necesidad agudizaba el ingenio; sobre jardines que florecieron y ahora esperan nuevos jardineros. De pueblos llenos de carcajadas juveniles y donde hoy retumba el silencio.

Doña Fernanda en su telar, tejiendo una manta Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona
Doña Fernanda en su telar, tejiendo una manta Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona

Hoy en día, las mantas vuelan en alguno de los rincones más pintorescos de Tras-os-Montes. Aunque es posible lançar en cualquier espacio público, se invita a disfrutar de las mejores vistas desde la atalaya de Vimioso, el monumental castillo de Algoso o la exuberante playa fluvial de Uva

Castillo de Algoso, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona
Castillo de Algoso, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona

Un “saber fazer” que también se come

Entre las exquisiteces transmontanas que podemos encontrar existe un denominador común: recuperar los sabores de la infancia. La hospitalidad portuguesa se admira también en la mesa. No faltan los embutidos de la zona y el siempre reconocible bacalao, en deliciosos bocados de miga con patata. El folar transmontano, típico de la Pascua, recuerda al hornazo salmantino. Los quesos, fuertes y con carácter, se suavizan con compotas de pera, canela y manzana

El picnic del lançar a manta preparado para comerse, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona
El picnic del lançar a manta preparado para comerse, en Tras-o-montes (Portugal) / Foto: Javier Llavona

El cierre dulce lo ponen los sonhos de calabaza, similares a los buñuelos. Las rosquillas, que en estos lares se conocen como económicos, son ejemplo de la astucia del norte de Portugal: harina, huevos y azúcar pueden dar unos productos deliciosos. Sorprenden los pasteles de almendra, uno de los productos más típicos que guarda la receta de manera secreta desde 1918 y cuya apariencia nos transporta a los pasteis de nata. Masa delicada con yema de huevo y almendras por encima. ¡Ay, Doña Fernanda, siempre nos quedará Portugal!

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