Futuro Vegetal: ¿activismo o vandalismo?

COLUMNA | Los activistas de Futuro Vegetal arrojaron pintura en el restaurante de MasterChef para denunciar las subvenciones a la industria cárnica. Podemos compartir su mensaje pero, ¿son estas las formas adecuadas?

Iker Morán, periodista y autor en Hule y Mantel

Periodista

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Manos manchadas de pintura negra / Foto: Pexels
Manos manchadas de pintura negra / Foto: Pexels

Pero, ¿por qué hacéis esto?, preguntaban los trabajadores del restaurante de MasterChef en Madrid cuando unos activistas de Futuro Vegetal arrojaban pintura sobre el logotipo del programa que preside la sala de este local. No entendían nada y, por lo visto, no eran los únicos. Empujones, algún que otro insulto y muchos titulares.

La protesta, explicaron los organizadores, pretendía denunciar las subvenciones públicas a la industria cárnica. El escenario escogido simplemente buscaba la atención mediática. Y sin tener que colarse en el plató de MasterChef, que seguramente es más complicado que cortar la M30 o pegarse las manos en la tribuna del Congreso de los Diputados, lugares donde este mismo grupo también ha actuado.

El activismo no es que sea molesto por definición, pero sí suele ser uno de sus efectos colaterales

El activismo no es que sea molesto por definición, pero sí suele ser uno de sus efectos colaterales. Lo mismo que una huelga para luchar por derechos laborales y sociales acaba generando problemas a parte de la ciudadanía, aquí el discurso podría ser parecido. Vaya, que unas manchas de pintura en la pared no parecen gran cosa cuando al otro lado está frenar el cambio climático o la sostenibilidad del planeta.

El problema es que la mayoría no lo percibe así. Es verdad que también ocurre en las huelgas, por seguir con el mismo ejemplo. Nunca falta el que no mira mucho más allá de su ombligo o privilegios, y a mi no me hables de mejoras sociales para todos que lo que yo quiero es no llegar tarde. Pero pese a ellos, ese bien común por el que se lucha —vivienda, sanidad, defensa de empleo, etc.— suele quedar más o menos claro.

Con las acciones de Futuro Vegetal cuesta algo más. Que tienen razón en el fondo es indiscutible. Los datos y la ciencia ya han dejado claro que el cambio de modelo de producción alimentaria es clave para que el planeta nos dure unos años más. Hay que comer menos y mejor carne, así de sencillo. Quienes a estas alturas lo niegan tienen la misma credibilidad que las terraplanistas.

No es vandalismo, pero se percibe muchas veces como tal porque las formas triunfan sobre el mensaje

El debate no es, por tanto, el qué, sino el cómo. La industria alimentaria e incluso la ganadera lo sabe mejor que nadie y, de hecho, no es casual que algunos de los grandes inversores en los denominados productos plant based que se plantean como alternativa a la carne sean, sorpresa, grandes multinacionales del sector. Un tema que, por cierto, daría para otro largo debate: ¿La alternativa a la carne es una hamburguesa con patente y producción en manos de los mismos de siempre?

Pero volviendo a las protestas y acciones de Futuro Vegetal, el problema es evidente. No es vandalismo, pero se percibe muchas veces como tal porque las formas triunfan sobre el mensaje. Se consiguen titulares, pero con un modelo que recuerda demasiado al de PETA, esa organización animalista internacional que muchas veces hace un flaco favor a la causa.

Por mucho que tu objetivo sea muy noble, decir que es mejor beber cerveza que leche, que las feministas no deberían comer huevos, o vincular el consumo de carne al coronavirus es absurdo. Ojo, que no son ideas locas que acabamos de improvisar, sino una pequeña selección de campañas reales que los chicos de PETA han perpetrado estos años.

Futuro Vegetal solo ha conseguido que la mayoría hable de sus chiquilladas, no de las herramientas políticas, económicas y sociales necesarias para esa transformación. 

Por supuesto, han conseguido muchos titulares. Pero la mayoría para burlarse de este tipo de movimientos y meterlos en el cajón de lo chiflados. Lejos de animar a la gente a interesarse por el animalismo, el veganismo o alternativas alimentarias, hay movimientos que hacen que se les perciba como niños aburridos que solo quieren molestar. O —y esto también daría para otro largo debate— listos de ciudad que no han pisado el campo en su puñetera vida.

Zanjar el tema con la brocha gorda que pinta toda acción de vandalismo sería lo fácil. Podemos hablar del bote de pintura contra un restaurante o del corte de carretera, pero lo suyo sería abordar el problema y el discurso que hay detrás. El sistema alimentario mundial, la ganadería industrial, el cambio climático, las hambrunas...

El futuro, efectivamente, es vegetal. Pero por ahora Futuro Vegetal solo ha conseguido que la mayoría hable de sus chiquilladas, no de las herramientas políticas, económicas y sociales necesarias para esa transformación.