Los calçots de Barcelona no necesitan romesco

En Barcelona los calçots crecen en el Delta del Llobregat, en el parque agrario que conforman diversos municipios de la comarca. Es un calçot con un sabor propio, influido por la cercanía del mar.

José David Muñoz, periodista y autor en Hule y Mantel

Periodista y director de La Radio del Somormujo

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Un agricultor sostiene calçots / Canva / Los calçots de Barcelona no necesitan romesco
Un agricultor sostiene calçots / Canva / Los calçots de Barcelona no necesitan romesco

Desde hace unos años, la producción de calçots en el Parc Agrari del Baix Llobregat se ha disparado. Valls ya no es el único centro de producción de esta apreciada verdura y los agricultores de esta zona metropolitana comprueban cómo sus calçots de proximidad son cada vez más valorados por la restauración y los consumidores.

Este año está previsto que se comercialicen 15 millones de calçots, según nos confirman desde la Asociación de Empresarios Mayoristas de Frutas y Verduras en Barcelona (AGEM). De estos 15 millones, un 35% se producen en el Delta del Llobregat, entre Gavà, Sant Boi de Llobregat, El Prat de Llobregat y Viladecans. Y son calçots metropolitanos, de kilómetro cero y con un sabor especial.

Calçots con el certificado del Parque Agrario del Baix Llobregat (Barcelona) / Cedida
Calçots con el certificado del Parque Agrario del Baix Llobregat (Barcelona) / Cedida

¿Por qué ese sabor especial al lado de Barcelona?

Desde los campos plantados de calçots en El Prat de Llobregat divisamos, a no menos de dos kilómetros, la puerta de entrada a Mercabarna. Aquí lo de kilómetro cero se aplica a rajatabla. Los calçots que vemos ahora mismo en el campo estarán en un rato en ese mercado mayorista. Y quizá esta misma tarde ya estén en algún restaurante o tienda de alimentación. El proceso de suministro garantiza una frescura única en los calçots. 

Si a esta frescura en la cadena alimentaria les sumamos las condiciones del suelo del Delta del Llobregat el éxito de los calçots de proximidad es imparable. Como pasa con la alcachofa, los melones, espárragos o los tomates que se cultivan en estas tierras y que gozan de un sabor singular, con los calçots sucede lo mismo. 

Calçots con el certificado de Gavà (Barcelona) / Cedida
Calçots con el certificado de Gavà (Barcelona) / Cedida

El agricultor Xavi Oliva, vicepresidente de la Cooperativa Agrícola del Prat y propietario de la agrotienda El Rebost del Pagès detalla estas claves: “Cultivamos en terrenos de aluvión fluvial muy ricos en potasio. Condiciones que sumadas a la influencia que provoca la cercanía del mar y la riqueza hídrica del subsuelo dan un punto de salinidad que provoca que el calçot del Baix Llobregat sea tan dulce y tierno”. Xavi Oliva sentencia: “Si no fuera porque la salsa romesco está buenísima, os aseguro que os comeríais nuestros calçots a pelo, sin salsa, por lo dulces que son”.

Desde Gavà al mundo salen 5 millones de calçots

En Mercabarna, el trasiego de esta cebolleta se nota mucho más los jueves y los viernes, cuando los mayoristas necesitan más calçots para abastecer restaurantes y familias ansiosas de disfrutar de las tradicionales calçotadas. No sucede así los fines de semana en las que la previsión meteorológica pronostica lluvia: las ventas caen en picado.

Calçots en un cesto / Canva
Calçots en un cesto / Canva

“Comer calçots es sinónimo de fiesta siempre” apunta Josep Panyella, presidente de la Agropecuaria de Gavà. Los agricultores que forman parte de esta cooperativa agrícola producirán este año 5 millones de calçots y hacen que Gavà sea el epicentro del cultivo de esta cebolla en el área metropolitana de Barcelona. “Empezamos a cultivarlos a finales de los 80, cuando el precio de las cebollas tiernas que producíamos aquí cayó en picado y vimos que en Valls se calzaban las cebollas para crear los calçots”.

Desde entonces, los calçots de Gavà nutren buena parte de los restaurantes del área de Barcelona. “No lo voy a decir yo, pero los restauradores están muy contentos con el sabor de los calçots del Delta del Llobregat” Los productores de calçot reconocen que esta cebolla se adapta perfectamente a esta zona y que les garantiza un valor seguro en sus cosechas, salvo cuando en marzo de 2020, la pandemia nos dejó sin calçotades durante casi un año. Por suerte, la fiesta de las “calçotades” sigue bien viva.