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Barras y Estrellas

MasterChef Celebrity: besos robados, espárragos y rabos

CRÍTICA TV | En el tercer programa de MasterChef Celebrity la expulsada abandonó el programa bailando, los espárragos se cocinaron rimando y se comieron rabos

3 minutos

Crónica de Masterchef Celebrity. Tercer programa. Expulsión de Ruth Lorenzo / Collage Hule y Mantel

Está siendo duro, pero aquí sigo una semana más comentando MasterChef Celebrity, ese reality de cocina que televisan los lunes, cuando su día perfecto sería los martes, para que todo el mundo pudiera llamarle MartesChef. Esto es lo que nos dejó la edición de ayer.

El postesparraguismo

Me han dicho las de arriba que hablo poco de cocina en las crónicas de MasterChef (como si fuera lo más importante del programa) así que voy a intentarlo. En la primera prueba los concursantes tenían que cocinar con ingredientes que forman parte del refranero español. Entre los refranes que salieron me sorprendió especialmente “quien espárragos comió, al mear lo recordó”, que no lo había oído en mi vida. Evidentemente el porqué de la expresión lo conocemos, pero hoy me visto de Txumari Alfaro para explicaros brevemente la razón. He decidido llamarlo el postesparraguismo.

El postesparraguismo se produce por el ácido aspártico, que parece que se encarga de proteger a los espárragos de algunos parásitos. Algunos procesamos este ácido, lo que hace que la orina huela, aunque no a todo el mundo le sucede. Pero el tema va más allá, ya que este característico olor no lo huelen todos los seres humanos, porque si padeces anosmia de espárrago, que es la incapacidad de oler el postesparraguismo, tu nariz nunca conocerá este particular aroma. Para que luego digáis que no sacáis nada positivo de MasterChef. Ahora vamos a lo importante: el salseo.

Lo de Xavier Deltell

Puedo entender que MasterChef Celebrity base un porcentaje de su concurso en tonteos y piropos, ya que los concursantes cocinan regular y ahí poco se puede explotar, pero lo de Xavier Deltell con María Zurita está sobrepasando los límites de la vergüenza ajena. Desde el primer día el “humorista”, que lleva haciendo el mismo papel desde Crónicas Marcianas, le “tira la caña” a la borbona, evidentemente sin éxito. El problema no es ese, sino que cada programa intenta besarla unas 5 veces, y, pese a la profesionalidad de María, que aguanta estoicamente sin darle una bofetada, el tema ha dejado de tener gracia (si es que alguna vez la tuvo). Señoros de TVE, no es gracioso robar besos.

Señoros de TVE: no es gracioso robar besos.

Chistes de rabos

Otro de los clásicos de MasterChef, y que no falta a la cita desde la primera edición, son los chistes sobre el rabo de toro: “vaya rabo tienes”, “que bien huele ese rabo” o “ese rabo dan ganas de comérselo” son muchas de las perlas que podréis escuchar si repasáis la trayectoria de MasterChef (excepto el Junior, por razones obvias). El actor, modelo y empresario Pepe Barroso, un emprendedor hecho a sí mismo que casualmente es hijo del fundador de Don Algodón, cocinó un rabo de toro guisado con una pinta horrible, pero se estaba ganando a la audiencia después de pasarse todo el cocinado y la posterior cata con el jurado sin hacer ni un solo chiste sobre el plato. El giro inesperado llegó cuando, en la valoración final, Samantha le volvió a decir a Pepe lo mal que lo había hecho, a lo que el concursante contestó: “no me voy a ir de aquí sin que os comáis un buen rabo”. Lo cierto es que no lo vi venir.

Ruth cocina como Jordi baila

En la prueba final los concursantes debían lanzarse a la cocina fusión, y a la buena de Ruth Lorenzo le tocó “cañí-oriental”, lo que viene a ser la cocina de Dabiz Muñoz. La ex-mormona murciana (no, no es un grupo punk) estaba más perdida que Íñigo Onieva en una Iglesia, e hizo un picantón seco y sin mucha gracia que le costó la expulsión, aunque en mi opinión tenía que haberse ido Isabelle Junot, que hizo un guacamole con unas “veggieburgers” que tenían una pinta vomitiva.

Pero lo importante no fue eso, sino ver que mi querido Jordi Cruz, perdón, Crush no es perfecto. Antes de irse, la Lorenzo pidió cumplir su deseo de  bailar con el cocinero, que aceptó, y la verdad es que mejor que no lo hubiera hecho. Y es que, seamos honestos, no se puede ser guapo, tener pelazo, cocinar y, además, bailar bien.