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Por qué tenemos antojo de comida basura cuando estamos tristes: 5 consejos para evitarlo

¿Qué es el 'punto de la felicidad' de los alimentos y por qué nos genera adicción? Cómo detectarlo para alejarnos de la comida basura

Laia Shamirian, escritora gastronómica. Hule y Mantel

Periodista gastronómica, nutricionista y bióloga

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Mujer triste comiendo un tarro de helado en el sofá / Foto: Canva
Mujer triste comiendo un tarro de helado en el sofá / Foto: Canva

Es una tarde lluviosa tras un mal día, discusión con el jefe incluida y mensaje de alguien que prefieres tener lejos, pero se empeña en seguir cerca. Te dispones a abrir la tarrina de helado y las galletas con chocolate con convicción: vas a ahogar todas tus penas a cucharadas. La noticia, es que, como en el fondo te imaginas, la comida basura (o chatarra) no está ahí para quitarte la pena, sino para camuflarla

Te explicamos por qué el cuerpo te pide las comidas más grasientas, azucaradas y calóricas cuando estás triste, en lugar de un buen guiso de lentejas y cómo hacer para que deje de ser así. 

¿Por qué tenemos antojo de comida basura?

Mesa con distintos platos de comida rápida y dulces / Foto: Pexels
Mesa con distintos platos de comida rápida y dulces / Foto: Pexels

Nuestro cerebro es esa máquina espectacular capaz de hacernos recordar toda nuestra infancia con apenas un aroma. Sus mecanismos son un portento refinado con una misión clara: que sobrevivamos lo máximo posible y en las mejores condiciones. 

El problema radica en definir qué es lo mejor. Hace unos milenios, aunque según la clase social mucho menos, lo mejor para nuestro cuerpo era todo aquello que nos resultase cómodo. Ya se invertía mucha energía en cazar, reproducirse, vencer las condiciones climáticas adversas y que, además, no te echasen del grupo. Si había una oportunidad para descansar algo más, para ingerir el doble de calorías de una tacada, había que aprovecharla. 

Para asegurarse de que así fuese, apareció el sistema de recompensa. Este sistema está diseñado de tal forma que cada vez que llevamos a cabo una acción que en algún momento pareció ser más conveniente (como comer alimentos ricos en grasas y azúcares) se libera dopamina.

Este neurotransmisor hipotalámico nos lleva a sentir placer con la finalidad de que busquemos revivir esa misma situación, una y otra y otra vez. Esta, que es la base de la motivación, crea un precedente, y nos lleva a plantearnos lo siguiente: Si cuando tomé ese alimento me sentí bien, ¿por qué no volver a tomarlo para revertir el malestar actual?

Sales y grasas: "el punto de la felicidad"

Mujer comiendo un snack de bolsa / Foto: Pexels
Mujer comiendo un snack de bolsa / Foto: Pexels

En primer lugar, debemos saber que la tristeza también tiene su razón de existir. El cuadro que desencadena esta emoción nos invita a mirar hacia dentro, a identificar una situación que nos desagrada o nos causa desconsuelo para cambiarla o encontrar el apoyo externo para vivirla. 

Ahora bien, todo apunta a que la evolución decidió que era mucho más importante que nuestra motivación se fundamentase en el placer. Y no, por ejemplo, en estar tranquilos atravesando el malestaar. Al final, si estuviésemos demasiado a gusto en mitad de la tristeza o el dolor, ¿qué nos llevaría a cambiar? 

Si embargo, la maquinaria evolutiva no pudo prever lo que ocurriría cuando el ingenio humano se interpusiese en el camino. Hace cientos de años no existían las empresas alimentarias, ni los estudios neuroemocionales qué facilitaban la elaboración del tentempié perfecto para crear adicción y un placer inmediato

Uno de los autores más reconocidos por sus aportaciones en la temática fue Howard Moskowitz. El investigador trabajó arduamente para el ejército de Estados Unidos. Había un problema, los soldados no estaban consumiendo la cantidad mínima necesaria de calorías. La razón era el denominado fenómeno de saciedad específica sensorial. Cuando las personas consumimos un mismo alimento de forma continuada, terminamos por perder el interés. Esto es lo que ocurría con las barritas y alimentos listos para comer que tomaban los soldados. 

Moskowitz trabajó para encontrar una fórmula de sales y grasas que asegurase el apetito continuado por la comida preparada que tenía al alcance el ejército. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió. A la proporción de sales y grasas de un alimento que consigue activar el sistema de recompensa y mantener nuestro deseo intacto como la primera vez, se le conoce como “el punto de la felicidad”. 

Los resultados cruzaron las fronteras militares y colonizaron las marcas más famosas de bebida y comida basura de la actualidad. Así que estás en lo cierto, te lo han puesto terriblemente difícil, en cada lineal de tu supermercado hay una cantidad ingente de productos al “punto de la felicidad”, listos para camuflar tu tristeza con un ratito de placer y grandes dosis de adicción. Pero tranquilos, si podemos engañar a nuestro cerebro hacia una dirección, podemos hacerlo hacia la otra.

Cómo sustituir la comida basura en momentos de tristeza

Recopilamos para ti y para tu tristeza algunos consejos que te ayudarán a identificar, sustituir y alejarte definitivamente de la comida chatarra, sobre todo, cuando lo que tu cuerpo necesita es tranquilidad y no un placer paliativo.

Grasas y alimentos salados sí, pero saludables 

Tostada con aguacate y huevo frito / Foto: Canva
Tostada con aguacate y huevo frito / Foto: Canva

El "punto de la felicidad funciona" porque nuestro cuerpo siente una verdadera atracción por la grasa y la sal. La respuesta fisiológica es intensa y la recompensa estratosférica. Una vez lo sabemos, podemos utilizarlo a nuestro favor, ya que no todas las grasas son iguales, ni la proporción de sal afecta igual en todas las personas y contextos.

Por ejemplo, tomar nueces con queso, es una fuente de grasas tan saludables como el Omega-3 (concretamente ALA), minerales como el calcio y con una cantidad de sal completamente admisible para una persona sana (además, está a nuestro alcance en cualquier rincón del Mediterráneo).

Otra opción, si no nos importa ponernos gastronómicamente viajeros, es un poco de aguacate con huevos fritos sobre un pan integral. En apenas los minutos de freír el huevo, tenemos otra fuente de grasas y algo menos de sal lista para hacernos sentir bien. Truco: busca bordes crujientes para una señal satisfactoria extra.

Transforma las recetas 

Boles con diferentes chips vegetales / Foto: Canva
Boles con diferentes chips vegetales / Foto: Canva

Sí, la comida basura saludable existe. No es una invención química e industrial sino la transformación de ciertas recetas que, por suerte o desgracia ya están ancladas en nuestra memoria. Prueba a hacerte tus propias chips caseras. Al horno o con una freidora de aire puedes conseguir un resultado igualmente crujiente, más calórico que las recetas del punto anterior, pero sin grasas saturadas y controlando el punto de sal y conservación

De hecho, una vez entrados en la cocina, prueba con remolacha o zanahoria cortadas muy finas y cocinadas poco tiempo a alta temperatura. Cumplirán todas tus expectativas. 

Pon atención plena 

Persona debatiéndose entre comer una manzana o un donut / Foto: Canva
Persona debatiéndose entre comer una manzana o un donut / Foto: Canva

La opción que, una vez apliques, te acompañará toda la vida y en todos los países que pises, sin importar los ingredientes que tengas a mano, es poner toda la atención en el momento presente. Esto te hace ser más consciente de tus propios sentimientos. Saber que estás triste te facilitará escoger con conocimiento de causa. Si igualmente escoges comer comida basura, el hecho de seguir poniendo atención plena, te proporcionará un momento de placer y sensorialmente reconfortante en lugar de un fugaz atracón analgésico. Es hora de poner todos tus sentidos en la mesa. 

Detecta y evita 'los puntos de la felicidad'

Bolsa de patatas fritas / Foto: Canva
Bolsa de patatas fritas / Foto: Canva

Ahora ya lo sabes. Esos snacks que vienen en bolsas metálicas y envueltos en plata y colores tienen la intención (en toda probabilidad) de hacerte adicto. Echa un vistazo a la lista de ingredientes y si hay al menos un par de nombres que suenan raros, muy raros, y en la tabla nutricional azúcares y grasas saturadas sobrepasan los 10, los 20 e incluso los 40 gramos por cada 100 gramos, aléjate, estás a tiempo de dejarlo donde pertenece. O, cómo referíamos en el punto previo, si vas a tomarlo que sea con felicidad plena y listo para disfrutarlo.

Pon la gastro física a tu servicio

Smoothies de diferentes sabores / Foto: Canva
Smoothies de diferentes sabores / Foto: Canva

Cuando los principios de la física y la química se aúnan para aumentar la comprensión que tenemos sobre la gastronomía obtenemos la gastro física. ¿A qué se refiere y cómo calcular la velocidad a la que cae una manzana del árbol nos puede ayudar? Bien. Algunos de estos principios que traducen principios físicos en fisiológicos se basan en los sentidos activados en la experiencia de comer

Puede que saber la velocidad a la que cae una manzana no nos aporte mucho, pero saber que los alimentos crocantes aumentan nuestra sensación de placer es el nuevo “punto de felicidad”. De igual manera, un alimento que cambie de textura al introducirse en la boca, como un refrescante smoothie semi sólido en verano, también activa más intensamente la respuesta de placer. 

Y no sólo la textura. Investigadores como Charles Spence, psicólogo experimental de la Universidad de Oxford, descubrió hace más de una década que el sonido de los alimentos crujientes también influye en que nuestro interés por un alimento aumente. Las razones que baraja para dar una explicación a esta tendencia son muchas. La última hipótesis es una apuesta porque el sonido disruptivo (crack-crack-crack) contribuye a evitar la aparición de la sensación de saciedad específica.

Así que, pase lo que pase, opta siempre por aquello que te mantenga estimulado como unos pedazos de manzana untados en crema de cacahuete o zanahoria con hummus.