La cocina transhumanista

La gastronomía evoluciona y, como todo campo cultural, precisa de nuevas etiquetas que definan los rasgos de su contemporaneidad

Julián Otero

I+D en Mugaritz

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Una cocina de inspiración transhumanista / Canva
Una cocina de inspiración transhumanista / Canva

Vivimos en un mundo de transición continua. Es algo evidente para cualquier persona que lleve viva más de cuarto de siglo. Solo hace falta pensar en nuestras relaciones con los móviles que, durante ese tiempo, han pasado de ser un ladrillo con el que nos hacíamos llamadas perdidas a ser nuestro elemento indispensable del día a día.

El término cocina molecular es caduco. No quiero hacer polémica, pero es así. Un anacronismo que tenía sentido cuando fue acuñado por Nicholas Kurti y Hervé This hace más de 30 años. Incluso tenía sentido en el agitado final de la década noventera y principios del nuevo milenio donde en cada nuevo congreso se descubrían nuevas técnicas e ingredientes. Pero los términos deben de actualizarse, manosearse, replantearse, lanzarlos contra el paso del tiempo y ver cual es su vigencia actual. En fin, pensar que no es poco. Pau Arenós lo hizo con su libro "La cocina de los valientes" en 2011, donde desde la reflexión acuñó el término cocina tecnoemocional, el cual, aunque pueda tener detractores sigue siendo bastante actual. Pero, y es que siempre hay un pero, la cocina nos tiene guardado otras revoluciones.

El término cocina molecular es caduco.

Pero antes de nada y para seguir el correcto flujo de ideas que expongo. ¿Qué es el transhumanismo? Algo sencillo, sus seguidores se definen como un movimiento intelectual y cultural que afirman la posibilidad y el deseo fundamental de mejorar la condición humana mediante la aplicación, especialmente por el desarrollo y la fabricación de las tecnologías avanzadas para eliminar nuestros límites humanos.

¿Ciencia ficción? Casi, pero ya tenemos casos de cyborgs como Neil Harbisson, el cual llleva una prótesis que le permite escuchar los colores y que junto a Jordi Roca cerró Madrid Fusión en 2016. O sin ir más lejos, el caso de Oscar Pistorious, atleta que gracias a unas prótesis en sus piernas no sólo podía correr sino mejorar marcas de atletas sin ningún tipo de minusvalía, y que finalmente en 2007 la International Association of Athletics Federations tuvo que prohibir ese tipo de tecnología. 

Todos estos ejemplos son antesala de lo que está viniendo. También lo es el cambio de nombre de Facebook a Meta, con su intención de crear un mundo paralelo, o la propuesta de introducir microchips en el cerebro de Elon Musk con diferentes funciones. Vale, ¿y qué tiene que ver con la gastronomía?

Por ahora poco, aunque hay algunas autoras como Jana Vizmuller-Zocco que ya han investigado sobre el tema. En principio, en ningún manifiesto transhumanista se ha mencionado nunca la comida, aunque hay diversos avances científicos que adelantan que estará presente por lo menos en el debate. Aplicaciones para el conteo de calorías y nutrientes que cada uno consume, experiencias inmersivas como Ultraviolet de Paul Pairet, inteligencias artificiales como Chef Watson que son capaces de generar recetas nuevas o incluso el uso de realidad aumentada para añadir información de lo que comemos. 

¿Podríamos acabar con la creatividad genuina estandarizando nuestra mente en un metaverso?

Todas estas tecnologías por ahora no están ligadas a nuestro cuerpo, pero ¿y si en algún momento podemos cocinar y crear como un cocinero experimentado sin necesidad de años de aprendizaje? ¿Podríamos acabar con la creatividad genuina estandarizando nuestra mente en un metaverso? Ya hoy por hoy debido a las redes sociales es más fácil percibir la estandarización de las cocinas del mundo a través de tendencias globales. Comer en Londres o en Nueva York a veces se siente lo mismo, y sí, seguramente eso es malo.

La cocina transhumanista empezará siendo una experiencia inmersiva en un restaurante donde a través de realidad aumentada seremos capaz de añadir detalles relevantes a esta misma, pero es posible que acabe como una parte más de nuestras rutinas. ¿Quién nos iba a decir que íbamos a llevar un teléfono que hace de todo hace treinta años? Es posible que incluso aparezca en nuestra vida de forma tan gradual que no seremos ni capaz de asimilar todas sus implicaciones tanto gastronómicas como éticas. Solamente recordad que las tecnologías no son ni buenas ni malas, esas características se las damos nosotros con su uso.

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