Moción de censura con glutamato

COLUMNA | La moción de censura de VOX contra Pedro Sánchez ha tenido sus metáforas gastronómicas. Si el glutamato es el mal, ¿qué papel le tocaría al Presidente?

Iker Morán, periodista y autor en Hule y Mantel

Periodista

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Pedro Sánchez y el glutamato / Foto: web y Canva
Pedro Sánchez y el glutamato / Foto: web y Canva

Se suele decir que cocina y política no maridan bien. Y podría parecer verdad al ver la que se lía cuando algunos cocineros comparten retratos con políticos, o exponen sus ideas sobre la economía, la sociedad o las condiciones de trabajo. Pero en realidad, cocinar es también un acto político. Un muro, tal vez el último, ante la barbarie, que diría María Nicolau.

La cocina es política. Pero lo que es menos habitual es oír hablar de ella en el Congreso de los Diputados. Salvo cuando el Ministerio de Consumo toma alguna medida relacionada con la alimentación de los menores o los productos insanos y la oposición, armada con chocolatinas y chuches, monta en cólera reclamando libertad y Donettes.

Pero lo que no esperábamos es que el show de la moción de censura también tuviera su vertiente gastronómica. Pero gracias a Pedro Sánchez, el del chuletón en su punto, aquí estamos, hablando de Ramón Tamames y de glutamato. Decía el Presidente que “Vox es a la política española lo mismo que la comida ultraprocesada a la dieta mediterránea. Es el glutamato de la derecha, un simple potenciador del sabor extremo y radical".

Que el MSG (glutamato monosódico, por sus sílabas en ingles) se acabaría convirtiendo en una especie de insulto parlamentario es algo que, la verdad, no vimos venir.

Un doble zasca culinario enfrentando la santa dieta mediterránea a los ultraprocesados, y llamando al partido de Abascal glutamato. Que el MSG (glutamato monosódico, por sus sílabas en ingles) se acabaría convirtiendo en una especie de insulto parlamentario es algo que, la verdad, no vimos venir. Tampoco lo de Tamames, cierto.

El caso es que tras aplaudir la originalidad del guionista del discurso de Sánchez por llamar algo nuevo al partido de Abascal, sí que nos vamos a atrever a matizar un detalle del asunto. Y es que lo de vincular el glutamato al mal es más propio del Trumpismo y fans de las conspiraciones y de las fake news que otra cosa. Vaya, que era más esperable en dirección contraria, por mucho que se haya entendido la idea.

Y es que lo de vincular el glutamato al mal es más propio del Trumpismo y fans de las conspiraciones y de las fake news que otra cosa.

El glutamato, efectivamente es un potenciador de sabor. Como la sal, pero con bastante mala prensa que la ciencia se ha ocupado de desmentir en muchas ocasiones. Incluso tiene su vertiente xenófoba, lo que en esta situación viene como anillo al dedo. O como glutamato a fideos instantáneos.

Y es que durante décadas se vinculó —y se sigue haciendo— el glutamato al denominado “síndrome del restaurante chino” y se le ha señalado como responsable de todo tipo de males intestinales.

El glutamato, como la sal, da sed. Hasta ahí sus contraindicaciones salvo que se abuse de él o se padezca alguna alergia o intolerancia. Vaya, que no hay ningún estudio científico en condiciones que demuestra los efectos de los que se le suele acusar. De hecho, es un ingrediente muy habitual en algunas cocinas, pero poco conocido en la nuestra. Ese es, de hecho, su principal delito y lo que le da ese puntito.

El glutamato, como la sal, da sed. Hasta ahí sus contraindicaciones salvo que se abuse de él o se padezca alguna alergia o intolerancia.

Pero nos apuntamos sin dudarlo a lo de las metáforas gastronómicas del Presidente. Puestos a jugar, si lo de los ultraprocesados ya está asignado, es fácil deducir quién representaría en el arco parlamentario esas hamburguesa fast food porque, a fin de cuentas, es el mercado, amigos. Tendríamos nuestras dudas porque también una pata de pulpo sobre puré de patata en local con ínfulas de grupo inversor gigantesco representaría bien la idea.

Más claro está a quienes situaríamos en el mercado del barrio haciendo la compra a base de productos de proximidad, temporada, ecológicos, biodinámicos y sostenibles. Tal vez algo lejos de la cola del super y la cesta de productos de marca blanca en oferta, apuntarán los del sector crítico. ¿Y los animales, qué?, añaden los veganos.

Caricaturas al margen, en este reparto de papeles a Pedro Sánchez le tocaría, sin duda, el de realfooder.

Caricaturas al margen, en este reparto de papeles a Pedro Sánchez le tocaría, sin duda, el de realfooder. No sólo por saberse más apuesto incluso que el insigne líder de este movimiento, sino por aquello de querer transformar la industria alimentaria pero acabar siendo parte de ella.

Sin querer caer en aquello de que todos son iguales, seguramente lo que más preocupe a la mayoría de ciudadanos es ver como el Congreso se convierte en un circo por el capricho de algunos. Por seguir con lo gastronómico, cocina con mucho espectáculo, espumas y nitrógeno, pero poco fundamento.

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