Apadrina un Olivo: cómo resucitar un pueblo de Teruel y recibir aceite de tu árbol centenario

El proyecto nacido en 2014 en Oliete (Aragón) ha permitido también recuperar una antigua conservera donde procesan productos de huertos locales de manera tradicional

Uno de los olivos apadrinados gracias al proyecto Apadrina un Olivo en el pueblo de Oliete / Cedida
Uno de los olivos apadrinados gracias al proyecto Apadrina un Olivo en el pueblo de Oliete / Cedida

Imagínate tener apadrinado tu propio olivo centenario, bautizarlo con un nombre que te guste y poder ir a visitarlo cuando quieras. Imagina mojar un buen pan en el preciado aceite virgen extra obtenido de su fruto, recibir un par de litros al año de oro líquido en tu hogar y de paso, contribuir a que la España vaciada se llene de nuevo. A que los jóvenes puedan teletrabajar lejos del ruido y de la contaminación, a que la plaza vuelva a estar llena de voces y a que el rural sea un rural vivo, diverso, apetitoso.

¿Imaginas volver a cultivar en las huertas abandonadas exquisitos vegetales, lograr que un colegio se llene de niños décadas después o resucitar una antigua conservera? Pues todo ello es posible gracias al proyecto Apadrina un Olivo, la plataforma que hace más de una década quiso recuperar el patrimonio natural de Oliete, un pueblo aragonés cuyo nombre deriva del latín Olivetum y significa “campo de olivos”.

Son la demostración perfecta de que creatividad, tesón, gastronomía y digitalización pueden darse la mano para conservar los tesoros de la naturaleza, generar empleo rural y poner en valor los productos autóctonos, como su aceituna única en el mundo.

Oliete: 100.000 olivos abandonados y un sueño valiente

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Recogida de la aceituna en los olivos centenarios de Oliete / Cedida

Erika Casaña Valero, responsable de imagen y comunicación en Apadrinaunolivo.org, cuenta que todo comenzó hace once años en Oliete, este pueblo de Teruel que había sufrido un fuerte éxodo rural. “Pasamos de tener unos 2.000 habitantes en los años 50 y 60 a solamente 200. Y había un bien endógeno que se estaba perdiendo: 100.000 olivos centenarios y algunos, casi milenarios totalmente abandonados”, relata. Aunque al principio los tacharon de locos, se lanzaron a la piscina. Su modelo era prácticamente inexistente en España en 2014.

¿Y si buscaban padrinos y madrinas que adoptasen a sus olivos desde cualquier lugar? A cambio de una cuota anual, los abonados podrían crear un vínculo con el árbol, vivir una experiencia inmersiva en Oliete, recibir el aceite exclusivo en sus casas —dos litros anuales en botella con diseños especiales— y visitar a su olivo cuando lo deseasen.

El proyecto también incluye paseos por los olivos, catas de aceite en la tienda gourmet que abrieron en el pueblo y actividades temáticas mensuales diversas, desde clases de yoga en el olivar a la creación de bombas de semillas para trabajar el manto vegetal. De hecho, las visitas oleoturísticas a Oliete están consideradas la mejor experiencia turística de Aragón. Y no son solo para padrinos, sino para cualquier interesado en conocer la almazara, hacer una cata o practicar una actividad de poda, atrayendo tanto a empresas como a turistas o a colegios e
institutos.

Repoblar Oliete

Los números son increíbles, y tienen detrás miles de historias: hoy ya suman 9.000 madrinas y padrinos en 27 países, y Apadrina a un Olivo da trabajo a 43 personas. El pueblo ha experimentado un crecimiento notable, pasando de 3 a 27 niños en la escuela, viviendo el retorno de jóvenes emigrados o acogiendo un centro de coworking para nómadas digitales.

Gracias al ecosistema generado en torno a este proyecto, la despoblación se ha revertido: si hace una década había 200 habitantes, hoy son 340. “Para mí, que soy de aquí, es un orgullo”, destaca Erika. En su esfuerzo por retener el talento, lograr que gente muy cualificada pueda quedarse en el pueblo y dar trabajo a las mujeres del entorno rural, también ayudan
los nuevos habitantes o a los oriundos retornados con todos los trámites. “Les damos alojamiento hasta que encuentran casa y les echamos un cable con el empadronamiento y otros papeleos”.

Una variedad de aceituna única en el mundo

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Los aceites de Mi Olivo llegan a casa de los padrinos y madrinas / Cedida

Erika destaca la importancia de la calidad, mencionando que su aceite está dentro de la denominación de origen y ha ganado varios premios, incluyendo una medalla de plata en los prestigiosos premios EVO IOOC 2025. “La gente se enamora del proyecto”.

Tienen aceite de las variedades de aceituna empeltre —propia de Aragón y Baleares— y manzanota, que solamente existe en el pueblo. Esta segunda oliva brinda un aceite muy dulce, aromático y ligero, con notas a los árboles cercanos, como los almendros. “Nuestro maestro de almazara dice que huele y sabe a Oliete en primavera”. El mejor maridaje es, claramente, en crudo, disfrutándolo como un alimento en sí mismo.

Una conservera resucitada

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Corazones de alcachofas en conserva de Mi Huerto / Cedida

Como las raíces de sus olivos, el proyecto se ha expandido, reabriendo una antigua conservera en el pueblo contiguo de Alacón, y que da empleo a siete mujeres que trabajan procesando productos de huertos locales de manera tradicional. El aceite es el punto neurálgico, “pero a partir de él han surgido más cosas”, celebra Casaña.

Los vecinos y las personas mayores empezaron a cederles huertas abandonadas, donde cultivan alcachofas, puerros, berenjenas pimientos con los que han lanzado la marca Mi Olivo, con tienda física en Oliete —y también online— para comercializar pisto, escalivada, patés vegetales o verduras asadas a la leña. “Es totalmente circular. Las verduras se asan con la leña procedente de la poda de los olivos, sin aditivos, y con nuestro aceite de oliva como único conservante. Sin residuos”, explica.

En lugar de regalar a un ser querido aparatos inútiles o camisetas de la industria fast-fashion, la próxima vez piénsatelo mejor. ¿Qué hay más bonito que tener un árbol centenario para toda la vida?

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