Fisuelos de Laciana. Dulce tradición en el duro invierno de León

Frixuelos, frisuelos, fixuelos...En León, Asturias y Galicia reciben muchos nombres, pero en el Valle de Laciana solo uno: fisuelos. Un postre de montaña para las tardes de invierno

Javier Llavona

Periodista de viajes y gastronomía

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Plato de fisuelos leoneses / Foto: redes
Plato de fisuelos leoneses / Foto: redes

Desde los casi mil ochocientos metros del pico Cueto Nidio, donde ya sombrean las primeras nieves, la panorámica al Valle de Laciana (Castilla y León) sobrecoge por su belleza. Territorio de urogallos y osos, las frías tardes del invierno lacianiego se brindan con densas tazas de chocolate caliente y uno de los bocados dulces más característicos de la montaña leonesa: los fisuelos.

Un clásico de la repostería de montaña, aquella que lograba, con pocos ingredientes y mucha audacia, crear postres llenos de sabor que reconfortaban las almas de unas familias manchadas por el negro carbón. Aunque la tradición, como la minería, parece abocada al olvido entre las nuevas generaciones, las cafeterías y bares de Laciana aún sirven estos platillos, creando otra estampa que parecía perdida: familias enteras disfrutando de una fisuelada mientras los ventanales se cubren de copos tan esponjosos como la propia masa de los fisuelos. 

¿Cuál es su origen y su receta?

Dos platos de fisuelos / Foto: Javier Llavona
Dos platos de fisuelos / Foto: Javier Llavona

La sencillez de los fisuelos radica en su origen humilde, pensado para dar calor a los estómagos de unos pueblos donde la incomunicación era una máxima cuando las nieves superaban los dos metros de altura. Regocijo para los más pequeños que las mujeres de la casa, tradición oral mediante, creaban como nubes de masa aireada. 

Hay quienes comparan los fisuelos de la montaña occidental leonesa con las filloas gallegas. Otros buscan su origen en los crepes franceses, y hay incluso quien los confunde con churros. Aún así, y a pesar de su origen incierto, la receta no parece haberse visto alterada: harina, leche y huevos en misma proporción y una cucharadita de sal. Y aunque habitualmente el orden de factores no altera el producto, las manos salpicadas de aceite y los trocitos de masa escriben un ritual que comienza por los huevos, para depositar después la harina y, por último, con la masa formada, añadir la leche. La pizquita de sal termina de coronar una suerte de roux leonés —por aquello de las etiquetas— suave y delicioso. 

A pesar de lo que uno pueda imaginarse, la leche que hoy en día se utiliza debe ser desnatada. Atrás queda la tradición de utilizar la leche de las vacas paridas, llenas de grasa, que se usaban para preparar unos fisuelos densos y mantecosos.

Una merienda de invierno

Plato de fisuelos de Laciana / Foto: Ayuntamiento de Villablino
Plato de fisuelos de Laciana / Foto: Ayuntamiento de Villablino

No es necesario exagerar una receta que se continúa disfrutando en cantinas de Omaña, Babia, la propia Laciana pero también en los valles asturianos donde los vientos de origen gallego parecen haber calado en su recetario más tradicional. Mientras que estos días se comen roscones de Reyes con sabores extremos o panettones donde parece que lo único italiano es su nombre, la montaña leonesa se refugia del invierno con estos buñuelos alargados, acompañados con una taza de chocolate. 

Con motivo de la festividad de Santa Bárbara, patrona de los mineros, la localidad de Villablino celebra el Festival de Exaltación del Fisuelo. Un sentido homenaje que rinde tributo a los mineros fallecidos, a las raíces de una tierra que se promete reconvertida y que busca en el recetario popular una revisión de sus clásicos, más allá de los grandes conocidos. 

¿Dónde comer los mejores fisuelos? 

El pueblo de Robles de Laciana cubierto de nieve / Foto: Canva
El pueblo de Robles de Laciana cubierto de nieve / Foto: Canva

Cada artesana elabora con mimo y esmero un producto que es único, que no puede compararse, ya que se deben tener muchos factores en cuenta para que la masa sea lo suficientemente compacta, sin llegar a ser densa, y así conseguir un fisuelo de calidad. Por eso, es difícil realizar una lista de los mejores lugares donde disfrutar de los fisuelos lacianiegos, aunque dando un paseo por las tabernas, bares y refugios del buen comer de estos pequeños parajes podemos parar en el restaurante La Bolera, en Robles de Laciana, uno de los pueblos más bonitos de la montaña leonesa. Una institución donde los y las lacianiegas se rinden a este plato mientras contemplan la preciosa iglesia de San Juliano.

Situado en la localidad de Carrasconte, en pleno valle de Babia, junto al santuario del mismo nombre, el Hotel La Mora es otro de los puntos clave. Todo un clásico de las tardes de invierno en la zona, donde las familias se acercan a degustar este manjar al calor de la chimenea. Por último, el camping de nueva creación La Zarrapica, en Palacios de Sil, es otro de los lugares imprescindibles para saborear unos buenos fisuelos con chocolate. A pesar de la juventud del establecimiento, las manos que preparan esta exquisita masa hacen que comer los fisuelos de Palacios sea una vuelta al pasado. A esa Laciana y esa montaña leonesa occidental de negros, verdes y azules.