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El Malaín (Asturias): el "self service" de los frutos rojos

En la finca El Malaín en Villaviciosa (Asturias) se cultivan y recolectan arándanos, grosellas, moras y frambuesas. Su lema: "Ven y sírvete"

Javier Llavona

Periodista de viajes y gastronomía

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Proceso de recolección de moras / Foto: Canva
Proceso de recolección de moras / Foto: Canva

El rocío de la mañana se adhiere sobre el cuerpo terso y brillante de los arándanos. El cielo despejado, en toques violáceos, parece querer competir con los vivos puntos de color de una de las fincas más disruptivas de la Comarca de la Sidra, en Asturias: El Malaín.

Cultivo de arándanos / Foto: Canva
Cultivo de arándanos / Foto: Canva

Lleva un cuarto de siglo revolucionando el concepto del agroturismo a través de una suerte de supermercado al aire libre donde, quienes lo deseen, pueden recolectar sus propios frutos rojos. Un mar de verdes matas de dulces bocados donde podemos encontrar grosellas, moras, arándanos y frambuesas. Será la cercanía de la brisa de Les Mariñes o el aroma de los vecinos pumares, pero algo tiene esta tierra fértil, a orillas del Cantábrico, que hace que sea muy agradecida.

Sírvete, pero sin abusar

Habitual en la narrativa, Marta Serrano y Pablo Álvarez dejaron su vida urbanita para adentrarse en un proyecto pionero en la región, que recibe casi diez mil personas cada año en sus cuatro meses de apertura, y que ha marcado el camino para que Asturias sea una de las mejores regiones productoras de arándano en Europa, con grandes tasas de exportación. 

Pablo, uno de los responsables de El Malaín / Foto: Facebook

Pablo, uno de los responsables de El Malaín / Foto: Facebook

Ubicada en San Justo, en Villaviciosa, los carteles de la finca, pintados a mano, son visibles desde la carretera nacional y nos conducen hasta este espacio de tres hectáreas que, si bien ofrece cajitas de frutos ya recolectados, juega con el autoservicio como baza para sorprender a turistas y locales.

Esto, y el boca a boca, les ha permitido adentrarse en un turismo familiar que, muchas veces sorprendido por la generosidad de este supermercado natural, encuentra un plan alternativo a la playa durante los meses de verano. Las risas pícaras de los pequeños se vuelven ecos en unos pasillos laberínticos donde el sentido común nos dice que debemos probar, pero no hemos venido a merendar.

Recolectando al ritmo natural

Las manos manchadas de púrpura son prueba irrefutable de tardes de verano recolectando frutas silvestres. No siempre encontraremos lo mismo; el paso natural de la temporada hace que durante unos meses sean los arándanos los reyes de la finca mientras que, a finales del verano, las moras se conviertan en las auténticas protagonistas.

Arándanos madurando y cajitas de frutos rojos recolectados / Fotos: El Malaín
Arándanos madurando y cajitas de frutos rojos recolectados / Fotos: El Malaín

Por el medio, grosellas blancas y rojas hacen que la recolección sea adictiva. Las cestitas se van llenando de vivos colores mientras la conexión con el entorno es total. Sin señal, solo algunos jóvenes lanzan sus smartphones al aire para captar las calles de frutos rojos. Los padres capturan las sonrisas henchidas de dientes violáceos de sus hijos y las estampas instagrameables no parecen perturbar una idea sencilla, pero eficaz. Puro carácter asturiano. 

Salud que se come

Estos pequeños bocados dulces y ácidos ofrecen, además, una serie de beneficios para nuestro organismo. Así, los arándanos son grandes aliados para tratar las enfermedades urinarias, mientras que las frambuesas destacan por su alta concentración en vitamina C. Si hablamos de grosellas o moras, destacamos su bajo índice glucémico, ideal para personas diabéticas. Todos ellos son potentes antioxidantes naturales que permiten aumentar nuestro HDL, el conocido como “colesterol bueno”.

Bol de desayuno con fresas, moras y arándanos / Foto: Pexels
Bol de desayuno con fresas, moras y arándanos / Foto: Pexels

En zumos, con yogur, ensalada de frutas o densos porridge, los frutos rojos son tan versátiles en cocina que permiten introducirlos en diferentes recetas cotidianas. Los de El Malaín, además, aportan ese toque fresco único dado que apenas pasan horas desde que se recolectan hasta que son consumidos. De hecho, sus cestas de fruta recién cosechada, que apenas alcanzan los 3€, son fáciles de transportar y se pueden congelar sin perder sus propiedades organolépticas. 

Otras aplicaciones gastronómicas

Tras una larga tarde sintiéndonos horticultores, nada como celebrar el verano con uno de los helados artesanales que ofrecen Pablo y Marta al terminar la experiencia. De arándanos o de frambuesa, el viejo banco de madera a la entrada de la finca ha visto pasar cientos de cucuruchos y confidencias. Quizás algún furtivo beso también.

Carteles y mermelada de El Malaín / Foto: web
Carteles y mermelada de El Malaín / Foto: web

Y por aquello de irse con buenas provisiones, o si no somos muy duchos en el arte de la cocina, El Malaín ofrece también una completa gama de productos kilómetro cero donde no faltan las mermeladas, los licores o los vinagres infusionados con frambuesa.