La mermelada que se elabora con las naranjas recogidas de los árboles de Barcelona

La Fundació Espigoladors, que lucha contra el desperdicio alimentario, elabora una mermelada de naranja que se reparte a entidades sociales y bancos de alimentos

Iker Morán, periodista y autor en Hule y Mantel

Periodista

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Voluntaria recogiendo naranjas en Barcelona / Foto: Iker Morán
Voluntaria recogiendo naranjas en Barcelona / Foto: Iker Morán

El aprovechamiento de alimentos es una de las palabras de moda desde hace tiempo. Pero antes de que luchar contra el desperdicio fuera también una herramienta de marketing, la Fundació Espigoladors (espigadores, en castellano) reivindicaba esta idea abanderando en su propio nombre el oficio de quienes, tras la cosecha, repasaban los campos para recoger los frutos que se habían quedado en el suelo y se podían aprovechar.

Una tarea que llevan años desarrollando en muchos frentes y que también tiene una curiosa vertiente urbana: aprovechar las naranjas de Barcelona. No de algún huerto urbano o de una zona de monte, si no de esos árboles repartidos en calles, patios y parques y que producen miles de kilos de naranjas cada año. Según nos cuentan hay unos 3.000 naranjos por toda la ciudad. Aunque las naranjas amargas que producen no se pueden consumir directamente, sí puede emplearse para hacer mermelada. Y eso es justo lo que Espigoladors, en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona y diferentes entidades, realizó el año pasado.

Mermelada La Marga

Recogida de naranjas con voluntarios y la Fundació Espigoladors / Foto: Iker Morán
Recogida de naranjas con voluntarios y la Fundació Espigoladors / Foto: Iker Morán

¿El resultado? Más de 2.500 kilos de naranjas recogidas y más de 13.000 botes de esta mermelada urbana y solidaria, que se repartieron entre entidades sociales y bancos de alimentos. Este año, durante las primeras semanas de febrero, se ha repetido la experiencia y en diferentes distritos de la ciudad grupos de voluntarios han recogido naranjas para producir esta mermelada, etiquetada como La Marga.

Leila Armilo es una de ellas. Es sábado por la mañana y, pese al frío, decenas de personas recogen naranjas en los Jardines de Ubico i Lluch, en el Raval. Es la primera vez que lo hace, nos cuenta, y asegura estar encantada. Como la mayoría de quienes viven en Barcelona y se cruzan cada día con estos naranjos, desconocía que se pueden aprovechar.

Naranjas recogidas en Barcelona con voluntarios y la Fundació Espigoladors / Foto: Iker Morán
Naranjas recogidas en Barcelona con voluntarios y la Fundació Espigoladors / Foto: Iker Morán

Para tranquilidad de quienes se estén preguntando si la contaminación urbana afecta a estas frutas, desde la Fundació Espigoladors recuerdan que el producto es analizado, y la mermelada elaborada cumple con todos los requisitos sanitarios exigibles a cualquier producto. Además del aprovechamiento, la recogida de naranjas se convierte en una actividad dinamizadora del barrio, defienden. A veces son entidades sociales, asociaciones vecinales, colegios o institutos... En cada distrito se buscan diferentes grupos de voluntarios que, perfectamente equipados para llegar a las frutas más altas de los árboles, van rellenando las cajas con estas naranjas amargas.

De Sevilla a los Windsor

Recogida de naranjas con voluntarios y la Fundació Espigoladors / Foto: Iker Morán
Recogida de naranjas con voluntarios y la Fundació Espigoladors / Foto: Iker Morán

Barcelona no es la única ciudad del país donde se recogen estas naranjas urbanas. Sevilla es, sin duda, la referencia cuando se habla de esta peculiar cosecha, con casi 50.000 naranjos en la ciudad y unos cinco millones de kilos de naranjas amargas, aunque la cifra fluctúa según la fuente. En este caso, eso sí, la recogida compete al Servicio Municipal de Parques y Jardines. El uso también es diferente, y se destina a abonos, cosméticos y pienso, principalmente.

Un destino algo más glamouroso tienen algunos de las naranjas recogidas en el Alcázar de Sevilla. Y es que en los últimos años se ha recuperado la tradición de destinar algunas de ellas (30 kilos este año) a elaborar una mermelada que se envía a la familia real inglesa. Por lo visto, Isabel II era una gran amante de esta confitura y su hijo, el actual rey Carlos III, mantiene esta pasión por las naranjas amargas sevillanas.

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