Casa Alfonso: la taberna histórica en pleno centro de Barcelona que quizá te ha pasado desapercibida

Con 91 años de historia, este establecimiento familiar sigue dando de comer a varias generaciones de barceloneses: embutidos, tapas y arroces de primera

autor laia

Coordinadora de Hule y Mantel

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Interior del restaurante Casa Alfonso en Barcelona / Luis Miguel Añón
Interior del restaurante Casa Alfonso en Barcelona / Luis Miguel Añón

Es difícil mantener la autenticidad en la zona cero del turismo barcelonés, pero Casa Alfonso, una taberna histórica —que no restaurante, luego lo aclaramos— con 91 años (recién cumplidos) de trayectoria, lo consigue. Y, por desgracia, es fácil que, en plena calle Roger de Llúria, a dos pasos de plaza Urquinaona, y con un ecosistema plagado de franquicias y propuestas gastronómicas de dudosa calidad, no hayamos reparado en él. Y eso que su terraza, con rayados parasoles de color rojo, y su vistoso cartel, bien hacen de reclamo; por no hablar de esos jamones colgados que se contemplan desde su puerta de entrada. 

Varias generaciones de la familia han gestionado este negocio, actualmente al mando de Alfonso García. Otro Alfonso, su abuelo, junto con la abuela Rosario, llegados de Baeza y de Linares (Jaén), lo fundaron en 1934. En el local, que había sido una fábrica de curtidos de piel —y que aún conserva el mismo suelo centenario, nos cuenta Alfonso— unieron dos conceptos: charcutería y casa de comidas. "De los guisos, se encargaba mi abuela".

Casa Alfonso / Luis Miguel Añón
Alfonso García y sus hijas Lucía y Claudia en Casa Alfonso (Barcelona) / Luis Miguel Añón

Sobrevivieron a la Guerra Civil a base de intercambiar materia prima, pasaron los años, y llegó el turno de otra generación: "Mi padre —también llamado Alfonso— tuvo una gran idea: inventó la flauta, en Barcelona nadie lo hacía. Se fijó en la baguette francesa, pero quiso hacerla más delgadita. Se hicieron famosas y teníamos colas en la calle. El secreto es que las preparábamos al momento, al gusto del cliente", cuenta.

La revolución de Alfonso

Años más tarde, con él ya implicado en el negocio, llegó "la revolución", dice. Decidió abrir todos los días, menos los domingos, para ofrecer desde desayunos de tenedor hasta cenas. Y, a la tríada de charcutería, flautas y platos caseros, añadió nuevas propuestas. "Antes no había carta de vinos ni de postres".

Alfonso las ha ido configurando a base de "escuchar a los clientes", sentarse con ellos y compartir mesa. "Es una manera de tener información privilegiada y de fidelizar a la clientela", reconoce. Porque ese tipo de trato, informal y cercano, es el que este restaurador autodidacta ha vivido desde siempre y sigue defendiendo. Por eso, insiste, "no me gusta la palabra 'restaurante', nunca me ha gustado, prefiero que nos definamos como 'taberna gastronómica' o 'casa de comidas'". 

Qué se come en Casa Alfonso

Casa Alfonso / Luis Miguel Añón
Montaditos de jamón ibérico de Casa Alfonso (Barcelona) / Luis Miguel Añón

Una taberna donde se pueden comer magníficos embutidos ibéricos y un jamón de excepción. Trabajan con ganaderos de confianza desde hace décadas, que les reservan cada año los cerdos en la zona de Los Pedroches. Luego los envían a Guijuelo, a Juan Manuel Ibéricos —sin duda, un nombre de referencia en el sector—, quien se encarga del resto del proceso.

Porque esa fue la primera lección que aprendió de su abuelo y de su padre: "No puedes jugar con la calidad, nunca. Cuando tienes un buen proveedor y un producto de alta calidad, no hacen falta frituras, ni maquillajes, ni salsas". Y esa es su máxima todavía a día de hoy. 

Para empezar, no hay que prescindir de sus olivas fritas, más habituales en la restauración andaluza, aunque hace ya 40 años que ellos las preparan. "Son como las palomitas, enganchan", bromea Alfonso. Igual que sus croquetas, en más de una decena de sugerentes sabores: rape con gambas, chorizo con huevo, morro de bacalao... También las hacen dulces, de chocolate, que son todo un éxito. 

Casa Alfonso / Luis Miguel Añón
Las flores de alcachofa con foie rallado de Casa Alfonso (Barcelona) / Luis Miguel Añón

La carta es extensa y hay montaditos, cocas, tapas clásicas —muy rica ensaladilla rusa—, una variada oferta de tortillas, carnes y pescados y alguna que otra sugerencia de temporada. Celebramos las flores de alcachofa confitadas con foie rallado y el cremoso de steak tartar preparado al momento y rubricamos con un arroz de pluma ibérica. Porque sí, también son especialistas en arroces, que los hacen en tamaño más pequeño para una o dos personas: meloso con butifarra del perol, de verduras, del senyoret...

De postre, si tienes nostalgia navideña, se puede optar por su mini panettone, elaborado mano a mano con el premiado pastelero Oriol Balaguer; y si no por alguno de sus sorbetes, por los xuixos de Girona, que son de Can Castelló, o por la ya mencionada croqueta de chocolate, todo un clásico.

Casa Alfonso / Luis Miguel Añón
La famosa croqueta de chocolate de Casa Alfonso (Barcelona) / Luis Miguel Añón

Lo bueno de Casa Alfonso, nos recuerda su propietario, es que aquí "puedes entrar y simplemente tomar un café o hacer un mini de jamón y una copita de vino, y te vas. O puedes venir y gastarte 70 euros por persona, con un buen vino, un filete... Tenemos muchas opciones y eso es una parte del secreto del éxito".  

Un establecimiento histórico

Por cierto, la charcutería sigue activa en la entrada, aunque reconoce que es un complemento al negocio principal. "La clientela habitual viene a buscar jamón, tenemos un buen morcón ibérico y algunos productos que no se encuentran en muchas partes, pero desgraciadamente la gente está muy enfocada al lineal de los supermercados", se queja. 

La charcutería en la entrada de Casa Alfonso (Barcelona) / Luis Miguel Añón
La charcutería en la entrada de Casa Alfonso (Barcelona) / Luis Miguel Añón

Otra de sus reivindicaciones es la defensa de los establecimientos históricos de Barcelona (y de Cataluña) gestionados por la misma familia, como el suyo: "Quedan muy pocos, hay que darles más reconocimiento". Quizás los gobiernos deberían ponerse las pilas y ayudarles más. "Siempre se habla de los mismos chefs, pero nosotros llevamos 90 años trabajando. Algo estaremos haciendo bien porque son generaciones y generaciones las que han pasado por aquí. Y esa es una de las cosas más bonitas, la gente que te dice que ya venía aquí con sus abuelos". 

Hablando de relevo generacional, el suyo está resuelto. Aunque en este caso no se trata de otro Alfonso, sino de su hija Claudia, que después de pasar por diversos grupos de restauración barceloneses, ha optado por quedarse en el negocio familiar.

Una garantía de que seguirán brindando ese trato cercano a la clientela habitual —y también a los turistas, que no son pocos los que les conocen— y ese producto de primera, entre sillas de mimbre históricas y murales y cuadros de una Barcelona ya desaparecida, pero que nunca hay que olvidar. // Casa Alfonso. c/Roger de Llúria, 6, L'Eixample, 08010 Barcelona. Tel.: 934 120 460.