Hace unos días, una diputada de un partido ultraderechista de cuyo nombre no puedo acordarme, dijo en la barra más mediática y con menos gracia del país que se están perdiendo piropos como «Eso es un cuerpo y no el de la Guardia Civil» o «Dime cómo te llamas y te pido para Reyes». Pues bien, yo no vengo a reivindicar los piropos caducos y rancios, ni falta que hace, sino el tirar la caña. En el sentido literal y gastronómico de la palabra.
Sí, tirar la caña. Tirar una caña de cerveza, simple y llanamente. Y hablo de tirar la caña como unidad de medida, aunque en cada rincón de este bendito país tome una forma. Desde el clásico sistema métrico decimal: quinto, tercio y litro, a la mezcla de conceptos sin orden ni concierto: doble, pinta, mediana, mini, katxi, copa, tubo, zurito, penalti... Pero ese es otro melón que no vamos a abrir por ahora.
Cada vez menos bares madrileños sirven cañas
Centrémonos en la caña que se sirve, por ejemplo, en Madrid (y en más sitios, ya lo sé, no os ofendáis, que os veo venir). Ese vaso mítico, de unos 20cl de capacidad, estrecho y alto, con cierta forma cónica, que lo mismo te sirve para tomar un café con leche, con el diámetro perfecto para mojar una porra; un vino, un vermú, un agua, o, que es por lo que estamos hoy aquí, una birra. Con su dedito de espuma, obviamente. Incluso hay gente que la mezcla con limón o gaseosa. Dios, perdónalos, que no saben lo que hacen. En resumen, apetece una caña, ¿no? Pues la estamos perdiendo: cada vez menos bares madrileños sirven cañas.
Empezó no mucho antes de la pandemia. Sin ningún sentido ni razón, algunos hosteleros comenzaron a decir sin ruborizarse que "en terraza no servimos caña, solo doble". Lo fueron introduciendo en nuestro cerebro, como el que te convence de que si contratas un seguro privado no te hace falta sanidad pública. Pues de aquellos polvos, estos lodos. Con la llegada del COVID y las terrazas como única forma de salvar la hostelería, se consolidó la norma. Incluso en los interiores de los locales. Y ya no os digo en los restaurantes. Maldita pandemia. Saldríamos mejores decían. Pues va a resultar que no salimos mejores ni del interior de los bares.
Va a resultar que no salimos mejores ni del interior de los bares
Y ahora vamos a la pregunta clave: ¿por qué? La caña tiene todas las ventajas que te quitan otras medidas: es pequeña, está fría, no necesita de esas copas congeladas que aguan la cerveza, es barata y al pedirla te ponen tapa (al menos en la mayoría de bares madrileños). Entonces, ¿qué peligroso lobby está haciendo desaparecer a este benjamín de la hostelería madrileña? ¿Acaso quieren evitar que con seis cañas y cuatro tapas acabemos contentos y comidos? ¿Los fabricantes tienen excedentes de vasos de 33cl y nos los están intentando colar? ¿Acaso al tirar una caña hay un desperdicio cervecil que al servir en vasos más grandes hace disminuir las pérdidas? Muchas dudas y ninguna certeza al respecto, pero algo debemos tener claro: hagamos que no desaparezca la caña.
Si desaparece la caña no solo perderemos nuestra unidad de medida cervecil favorita, también expresiones mantenidas durante generaciones y que nos han dado muchas alegrías. ¿Vamos a pasar de decirle a alguien a quien apreciamos "eres la caña" a "eres el doble" o “eres el tercio”? No hay por donde cogerlo, la verdad. ¿Y la expresión viejuna "la caña de España"? ¿Qué vamos a decir, "el doble de España" o “el tercio de España”? Bueno, si lo asocionamos al Tercio de Flandes igual algún “nostálgico” se viene arriba. Y por último, y no menos importante, ¿vamos a permitir que se pierda la expresión "vámonos de cañas"? Puede que sea la expresión más sonora y buenrollera del rico vocabulario español. A ti te dicen "vámonos de cañas" y te cambia la cara, y si te dicen "te invito a una cañas" ya ni te cuento. Así que no nos dejemos engañar y luchemos por ella, porque una caña es la caña.