"Comerse a una persona", responderíamos sin dudar si alguien nos preguntara qué es el canibalismo. Solo que en nuestro imaginario, el caníbal no es cualquiera: es “el otro”. Una categoría que nos hemos inventado para meter ahí a todo aquel que, según el momento histórico, nos ha convenido quitarle el estatus de persona y excluirlo del cotizado club de la humanidad.
Así queda clarísimo que “el otro” no somos “nosotros”. Porque nosotros, faltaría más, no osaríamos hincarle el diente a alguien de nuestra misma especie. Salvo que sea una cuestión de supervivencia. Ahí, las circunstancias extremas nos permiten hacer cruci en el juego de la cultura y se vale lo de comernos a otro, con más o menos escrúpulos.
Aunque podríamos creer que el hambre es el motivo más admisible para ponerse a masticar a gente, lo cierto es que devorar a otros —literal o simbólicamente— siempre ha sido una forma de dominación. Quién se puede comer a quién nos dice mucho sobre quién tiene poder en una sociedad, qué lugar ocupa en ella e incluso cuáles son sus miedos y deseos más inconfesables.
Por eso, cuando Jonathan Swift —el padre de Los viajes de Gulliver— publicó en 1729 un opúsculo titulado Una proposición modesta, la reacción no fue de indiferencia. Ante la miseria que diezmaba Irlanda, su solución pasaba por convertir a los hijos de los pobres en alimento. Criarlos con esmero hasta que alcanzaran el año de edad y después vender su carne como un manjar exquisito.
Swift, por supuesto, no pretendía instaurar el canibalismo, sino dejar en evidencia la brutalidad de un sistema que ya devoraba, en sentido figurado, a los más vulnerables. Su sátira exponía la hipocresía de las élites, incapaces de acabar con la pobreza, pero siempre dispuestas a beneficiarse a su costa.
Replantearse el canibalismo, según Albert Pijuan

Casi tres siglos después de la modesta propuesta de Swift, para el escritor Albert Pijuan ha llegado la hora de que nos hagamos una pregunta: ¿Y si nos replanteamos el canibalismo?
Un libro divertido, audaz e inteligente, publicado en 2023 por Libros del Zorro Rojo y con las ilustraciones tan sanguinarias como ingeniosas de Clara-Iris Ramos, que retoma la provocación del escritor irlandés (incluida además en la edición) y la traslada a nuestro presente.
Si Swift escribió su sátira en tiempos de escasez, Pijuan lo hace en tiempos de (aparente) abundancia. En una época de sobreproducción y crisis climática, donde nuestro desmedido ritmo de consumo amenaza con agotar los recursos del planeta, su invitación a replantearnos el canibalismo no es una extravagancia, sino mera cuestión de supervivencia. No por nada su subtítulo es Opúsculo sobre la sostenibilidad.
Si todo se ha mercantilizado, ¿por qué no también los cuerpos? ¿Por qué seguir considerando el canibalismo un tabú cuando hemos normalizado otras formas de explotación extrema? ¿Por qué?
Sobre todo, cuando se puede sacar una buena tajada (perdón por la broma fácil). Porque la propuesta de este autor catalán, lejos de ser modesta, incluye hasta un business plan que, aviso, por si algún empresario está leyendo, es altamente lucrativo. Y es que Pijuan, avispado él, amplía el target de Swift: ya no se trata solo de comerse a niños a partir de un año, como sugería el irlandés, sino a todo quisqui.
Y para ello diseña un programa minuciosamente armado que, aunque brutal en apariencia, es una auténtica delicia. No sé si para el estómago, pero desde luego para el intelecto. La escritura y el sarcasmo de Pijuan son puro gozo.
'El hambre insaciable' de Chelsea G. Summers
En cambio, Dorothy Daniels, la protagonista de Un hambre insaciable, no tiene ni propuesta ni teoría sobre el canibalismo, lo que sí tiene es mucha experiencia. Porque, a ver, ¿quién no le ha dicho alguna vez a un amante "te comería entero"? Dorothy Daniels simplemente lo lleva a la práctica. Aunque la cosa no acaba ahí. Daniels no se limita a ingerir cuerpos masculinos sin más, sino que previamente los cocina con maestría.
No te estoy destripando nada, porque la ópera prima de Chelsea G. Summers publicada en 2024 por Alpha Decay, esto lo deja claro desde el principio. Si eres de estómago delicado, tómate un protector gástrico, pero no dejes que eso te impida disfrutar de esta novela feminista que habla de las relaciones heterosexuales contemporáneas, de la amistad entre mujeres, del postureo foodie y del consumo capitalista. Ahí es nada.
Un hambre insaciable nos cuenta la historia de Dorothy Daniels, una crítica gastronómica brillante, poderosa, atractiva, excelente cocinera, y sí, también psicópata. Pero más allá de todo eso, la protagonista es, por encima de todo, una mujer deseante, y es eso lo que la hace extraordinaria como personaje.
Si históricamente los hombres han consumido a las mujeres —simbólica y literalmente—, ella cambia las reglas del juego, invirtiendo los roles de depredador y presa.
Estamos acostumbrados a la violencia masculina en la ficción y en la realidad; tanto, que la tenemos normalizada. La femenina, en cambio, sigue siendo inaceptable. La violencia de Daniels incomoda. Una mujer que mata y que lo hace sin remordimientos puede ser reprobable, pero si encima se permite el lujo de cocinar con maestría a sus víctimas, eso es ya sencillamente imperdonable.
En una cultura que reprime el apetito de las mujeres, ya sea por la comida, el sexo, o el dinero, Summers utiliza el canibalismo como metáfora para subvertir las expectativas de género y cuestionar las estructuras de poder.
Daniels, obviamente, no come solo carne humana. No es por eso por lo que es una de las críticas gastronómicas más respetadas de Estados Unidos. Si no porque de comer bien sabe un rato, tanto como de detectar la hipocresía del mundo que la rodea.
De Nueva York a Italia, entre platos de risotto y spaghetti, botellas de Chianti y Barolo y revolcones en hoteles y fiestas, Daniels nos sirve análisis tan incisivos sobre el deseo, el trabajo o el cuerpo femenino, como el filo del cuchillo con el que trocea a sus amantes.
'La cocina caníbal' de Roland Topor

Si te estás preguntando si la novela incluye recetas, siento decepcionarte. Pero no te preocupes, si alguna vez te encuentras en esa tesitura, siempre puedes recurrir a La cocina caníbal, de Roland Topor, el recetario más delirante e ingenioso jamás escrito.
Publicado en 1970 por Tropo Editores, Topor, figura clave del surrealismo tardío, lleva su gusto por lo grotesco al terreno gastronómico, proponiendo platos tan extravagantes como "puré de cabeza de jefe" o "miope gratinado".
Con su característico humor negro, Topor convierte lo culinario en un juego macabro donde todo —y todos— pueden ser ingredientes de un festín absurdo. Después de todo, como él mismo escribió, "el hombre es el mejor alimento para el hombre".