Insisten algunos en que la cocina catalana está en peligro. Por suerte, la realidad parece ir en otra dirección y no dejan de aparecer nuevos locales que reivindican, precisamente, un recetario sencillo, tradicional y con raíces locales. Restaurantes o bares que abren o vuelven, incluso en lugares donde el turismo arrasa con todo y ofrecer algo auténtico, es especialmente valiente.
A la lista se acaba de sumar uno mítico: la Bodega Sagarra. Ubicada en una bonita esquina a pocos pasos de Las Ramblas, en Pintor Fortuny con Xuclà, el establecimiento fue toda una institución del barrio del Raval desde que abrió en los años 70 hasta su cierre, como tantos otros, en 2020. Tras el efímero paso por el local de Banquet de la mano de Sergi de Meià, ahora Grup Confiteria —quién si no— ha asumido el legado de esta histórica casa.

Se mantiene, claro, la ubicación y el magnífico local, que hace borrón y cuenta nueva respecto a su breve etapa anterior para abanderar la filosofía de bar, con una estética de los 70 y 80 que en cualquier otro lugar parecería impostada, pero que aquí resulta natural y de lo más acogedora. La preciosa y larga barra de aluminio, la luz que entra por los ventanales y una caña bastante bien tirada para el nivel de Barcelona son esa carta de presentación que, de entrada, animaría a cualquiera a hacerse parroquiano del Sagarra.
Cuentan quienes conocieron el original que se ha sabido conservar la esencia pese a la puesta a punto y, lógicamente, los cambios en la carta. En la mesa de al lado —están bastante pegadas, no hace falta poner la oreja— una pareja mayor recuerda con cariño el Sagarra mientras da buena cuenta de unas croquetas, longaniza de Cal Rovira, el potente buñuelo de bacalao convertido en versión propia de la bomba de la Barceloneta y, a los postres, brindan con un par de copas de cava. Ver algo así a, insistimos, dos pasos de Las Ramblas reconcilia a cualquiera con esta ciudad. Algo cada vez más necesario.
Qué se come en Bar Sagarra: montaditos, tapas y platillos
A estas alturas no es ningún secreto que Grup Confiteria le tiene muy bien tomado el pulso a la ciudad. Más allá de su encomiable labor por impedir que locales emblemáticos acaben siendo otro lugar de brunch para turistas o expats —también los hay en sus locales, claro— lo cierto es que en general en todos se come bien, a precios dentro de lo razonable y con un equipo bien dirigido.

Lo vimos hace poco en el Bar Mundial del Born y ahora la historia se repite en esta Bodega Sagarra. En cada uno, además, se busca mantener cierta esencia propia, alejada de esa idea de gran grupo gastronómico. Aunque haya clásicos compartidos entre diferentes restaurantes, aquí por ejemplo hay dos o tres platos que ya apuntan maneras como emblemas de la casa.
Empezando por el mollete de kokotxas al pil pil, que encabeza la lista de "montaditos" de la carta. Un bocadillo que demuestra que casi todo funciona entre pan y pan y que, aunque peca de exceso de aceite, está francamente bueno. Muy rica también la butifarra esparracada servida con una yema de huevo que da untuosidad al plato, generoso en setas, y hace que resulte imprescindible el pan para untar.

Hay tapeo clásico (ensaladilla rusa, bravas...), una buena selección de embutidos y platos como merluza rebozada, pluma ibérica o txuleta de vaca vieja de 500 gramos, para quienes vengan con hambre. La idea es compartir todo en el centro de la mesa, teniendo en cuenta que aunque los precios son muy moderados (muchos por debajo de los 10 euros y la mayoría de los 15), el tamaño de las raciones también está pensado para pedir varios platos.
Los postres siguen esta misma línea de sencillez clásica y bien resuelta (pudding, mousse de chocolate...). La carta de vinos, bien surtida y con una docena de opciones a copas (a partir de 3,8 euros) completa la propuesta de uno de esos sitios a los que nada más salir ya se sabe que apetecerá volver. // Bodega Sagarra. c/Xuclà, 9, 08001 Barcelona. Tel.: 934 301 176.
