Dónde comer menús y bocatas en el barrio Gòtic (Barcelona): 5 restaurantes de raíz popular

Reivindicamos los menús de mediodía y los bocadillos de 4 restaurantes y un frankfurt donde se come bien, y a buen precio, en uno de los barrios más complicados de la ciudad

Óscar Gómez

Comunicador gastronómico

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Calle del Bisbe en el barrio Gòtic de Barcelona / Foto: Canva
Calle del Bisbe en el barrio Gòtic de Barcelona / Foto: Canva

Hace unas semanitas nos dimos un garbeo por el barrio Gòtic (Barcelona) disfrutando de algunos de sus restaurantes de perfil gastronómicamente sofisticado. Volvemos al ataque con cinco locales donde comer bien, con buenos menús de mediodía y una relación de calidad-precio espectacular. Son locales populares, animados, a menudo dicharacheros porque hay ruido y conversación. Además de buenos platos, cocina tradicional y casera. Sitios donde ser feliz a cucharadas.

No pueden faltar canelones, no pueden faltar albóndigas y tampoco los garbanzos. Hay un poco de todo, incluso hay un buen frankfurt. No despreciemos a los buenos bocadillos, solución sabrosa tan digna como cualquier otra cuando están bien ejecutados. En definitiva, el Gòtic es un barrio para comérselo… siempre que evitemos la trampa para turistas y acertemos con restaurantes de raíz, populares y bien llevados.

Can Culleretes

Canelones de Sant Esteve en Can Culleretes / Foto: Òscar Gómez
Canelones de Sant Esteve en Can Culleretes / Foto: Òscar Gómez

Can Culleretes abrió sus puertas en 1786, antes de la Revolución Francesa. Antes de que las cabezas borbónicas rodaran en nombre de la libertad y la fraternidad. Can Culleretes significa mucho para la restauración, para la historia ciudadana de Barcelona porque por sus salas, con decoración modernista y paredes atiborradas de fotografías, han pasado muchas vidas y muchos canelones que, por cierto, son su gran especialidad.

Sisco AgutSussi Manubens se hicieron cargo del local en el año 1958 y actualmente sus hijas, Montserrat y Alicia, regentan el local, donde también curran cinco de los nietos de la pareja original.

La distribución de interiores es deliciosamente laberíntica, puesto que a los salones principales de la planta baja se suma la intrincada subida por escaleras hasta salas superiores, uno tiene la sensación de estar incluso traspasando de finca a base de recovecos y giros hasta llegar al comedor-destino final. Camareros eficientes, que van por faena, porque la casa suele estar llena: triunfan una barbaridad.

Los suyos son unos canelones clásicos, de San Esteban, con gratinado de oro y manchas ocasionales de oscuro churruscadito, hecho a base de mantequilla y queso emmental. La bechamel es de textura ligeramente densa y están rellenos de carnes porcinas y vacunas rustidas con verduras. Clasicazos vaya, aunque también tienen una versión canelónica con relleno de espinacas a la catalana, es decir con pasas y piñones, y brandada de bacalao.

En su menú del día puedes encontrar escudella, habas a la catalana, alcachofas al roquefort, calamarcitos planchados, la icónica botifarra amb seques (buti con alubias) o pies de cerdo al cava. O sea, tradición por un tubo y cocina de raíz histórica en un restaurante imprescindible para la ciudad. De postres, flan casero o crema catalana para terminar como corresponde: con fidelidad al recetario tradicional. // Can Culleretes. c/d'en Quintana, 5, 08002 Barcelona. Tel.: 933 173 022  Precio: 30€ (carta); 18€ (menú del dia); 24€ (menú fin de semana).

Espai Quera 

Albóndigas con sepia en el Espai Quera / Foto: Òscar Gómez
Albóndigas con sepia en el Espai Quera / Foto: Òscar Gómez

Una librería restaurante suena loco, pero es lo que hay. Y no me refiero a la librería con opción de café y alguna galleta o pasta, aquí hablamos de platos, platillos, carta, postres, albóndigas, embutidos, quesos, flanessteak tartar. Un restaurante completo metido en una librería que abrió en 1916. Más de cien años ya.

Entre estanterías de madera envejecida, vigas retorcidas por el paso del tiempo y volúmenes de todo tipo con lomos de mil colorinches… puedes zamparte durante todo el día la carta de este local: tienen cocina abierta desde que levantan la persiana hasta que se van a descansar.

Su oferta es singular, porque combinan platillos tradicionales catalanes con embutidos pirenaicosquesos del país. Atención a la tabla con el Puigpedrós de La Cerdanya —leche cruda de vaca, corteza lavada y textura cremosa—, el Bauma Carrat –leche de cabra con corteza florecida y sabor ligeramente acidulado- y el Bauma madurado de oveja —potente y ligeramente salino— que junto con el manchego forman un póquer espectacular.

Es un buen ejemplo de la apuesta de la casa por los ingredientes y productos de cercanía, que también se repite en la tabla de embutidos y que es un suceso excepcional en un barrio saturado de turismo en el que paradójicamente cuesta encontrar cocina basada en el recetario catalán.

Para darle a la cuchara, albóndigas con sepia, con un caldito-jugo potente y gustoso. Textura firme pero jugosa, los trozos de sepia no son muy grandes, pero eso va a gustos. Yo es que soy muy sepiófilo y me gusta morder su elástica ternura, pero vamos, que hay buena sepia en el plato para dar y tomar. “Vienen comensales de todo tipo, aunque muchos son turistas y nos gusta que se vayan con un trozo de nuestra cocina metida en el paladar”, nos cuenta Cristina Martínez.

Ella junto a Raimón Quera, de la familia Quera, propietarios de la librería centenaria, capitanean esta aventura gastro-literaria donde puedes pedir una divertida tortilla de patatas muy plana, casi como una tortilla francesa con finas capas de patata pochada añadida a modo de relleno, canelones clásicos o diferentes aperitivos como anchoas de El Xillu o berberechos Espinaler si lo que te apetece es vermutear.

Para el momento dulce, flan de recuit de Fonteta —que viva la fina lacticidad cremosa del recuit de drap de l’Empordà— y milhojas de crema del horno Vilamala, establecimiento del barrio. Otra muestra más de que en el Quera lo que les va, es la proximidad. // Espai Quera. c/ de Petritxol, 2, 08002 Barcelona. Tel. 933 18 07 43. Precio: 25-30€.

Govinda

Chana Masala en el restaurante Govinda / Foto: Òscar Gómez
Chana Masala en el restaurante Govinda / Foto: Òscar Gómez

Mario Condón es un aragonés que hace casi treinta años se embarcó en la aventura Govinda, un restaurante de cocina hindú vegetariana en el centro de Barcelona. Practicante durante décadas de la meditación y la espiritualidad hindú, se lió la manta a la cabeza y desde entonces junto a su pareja tiene uno de los restaurantes de cocina hindú más atractivos, luminosos y finos de la ciudad.

“Este barrio aporta muchas cosas, entre otras que hay clientes de todo tipo, locales y de los que están de paso por Barcelona”, nos cuenta Mario, “Mi padre tenía un bar, pero yo preferí volar por mi cuenta y esta fue mi primera aventura en restauración”. Y lo petó ofreciendo calidad a precios rasantes. El restaurante suele estar lleno: se come bueno, bonito y barato en uno de los barrios complicados de la ciudad.

“Todo lo que hacemos es casero, nuestro chef lleva más de 40 años en este tipo de cocina y eso se nota. Nuestros currys y nuestros dahl gustan mucho. Son de esos platos que triunfan”, prosigue. Y yo me zampo un Chana Masala, un curry de garbanzos —picante, fragante, intensamente vegetal— que se acompaña de aromático arroz basmati. Estaba fe-no-me-nal.

Me gustó mucho el tabhulé de trigo tierno, una textura poco explorada en nuestra cocina, a medio camino entre el arroz y el maíz, que en Govinda acompañan con daditos de tomate cherry, pepino, cebolla, la fragante menta picada y una vinagreta de pimientos del piquillo de color eléctrico y vibrante, casi nuclear.Los canelones con paté de anacardos, tomates deshidratados y setas son otro gran éxito del local. Los tres ingredientes tienen un alto sabor umami, así que el bocado resulta goloso y en cierta manera, muy proteico. De los que hacen salivar.

Ofrecen también buffet de ensaladas y para los postres hay opciones occidentales (helados, brownie, flan) o mejor aún dulces de la India como el suji ka halava (pudding de sémola), el gajar halva (pudding de zanahoria) o lo que yo gocé a cucharadas: la crema de yogur con azafrán (srikam), un postre perfumado, cremoso, acidulado y fresco. Un postre total. // Govinda. Pl. de la Vila de Madrid, 4, 08002 Barcelona. Tel.: 933 187 729. Precio: 20€ (carta);13 (menú del día); 18,30€ (menú fin de semana).

Frankfurt Sant Jaume

Bocadillo mallorquín en Frankfurt Sant Jaume / Foto: Òscar Gómez
Bocadillo mallorquín en Frankfurt Sant Jaume / Foto: Òscar Gómez

En siete escasos metros cuadrados Joan e Isabel planchan frankfurts desde hace casi cincuenta años. En plena plaza Sant Jaume, centro geográfico y sentimental del poder político catalán. Desde su esquinita, pegada al Ayuntamiento de Barcelona, las ha visto pasar de todos los colores. Y ahí siguen, plancha que te plancha y haciendo felices a bocados al personal.

Es el restaurante tipo Frankfurt más pequeño del mundo: dentro sólo cabe una pequeña barra, dos planchas, cuatro vitrinas refrigeradas, Isabel y Joan. Bueno, y un cliente impaciente ante la barra, porque huele que alimenta y ya me tarda el bocata, Joan. Dámelo ya.

“Este tipo de establecimiento es muy típico de Cataluña, fuera hay muy pocos, la verdad”, nos cuenta Joan mientras corta una enorme salchicha logitudinalmente —me he pedido el frankfurt gigante porque aquí hemos venido a jugar—- y luego la pone en la plancha. “Este tipo de plancha llegó con la Exposición Universal de 1929 a Barcelona, de un suizo que venía a venderlas, tuvieron éxito y se quedaron en la ciudad. Usamos salchichas de alta calidad, de una marca catalana y, además de la mostaza y el kétchup, le añadimos jugo concentrado de carne”. El queso havarti se funde, el pan se pega planchadamente a la salchicha, la salsa rebosa en el mordisco y todo tiene un sabor a infancia descomunal.

Quizá te sorprenda que incluyamos una bocatería en una pieza de restaurantes, pero defendemos hasta la última tecla que los bocadillos son gastronomía importante. Esa gastronomía que es de consumo general. También resulta que el Sant Jaume es una institución en la memoria masticada de la ciudad, porque mientras bordan los bocadillos también masajean la memoria emocional a base de mordiscos crujientes y chorretones de salsa.

“Viene mucha gente del barrio, y familias con sus hijos que antes vivían aquí pero se fueron. Y ahora traen a sus hijos para que conozcan también nuestros bocadillos. Es bonito y pasa a menudo, es un vínculo de décadas”, nos cuenta el bocatero. Además del salchicheo, es imprescindible su mallorquín, bocadillo de sobrasada con queso, donde la grasilla teñida de pimentón empapa el pan. Mira la foto, pero con cuidado, que te puedes enamorar. // Frankfurt Sant Jaume. Pl. de Sant Jaume, 2, 08002 Barcelona. Tel.: 933 025 104. Precio: 5,50€ (frankfurt gigante).

La Cassola

La Cassola suele abrir completamente sus puertas al barrio / Foto: Xavier Zaera
La Cassola suele abrir completamente sus puertas al barrio / Foto: Xavier Zaera

Me fascina la puerta de este restaurante. En cuanto el clima lo permite, permanece siempre abierta de par en par, disolviendo la frontera y el límite que separa el resto del mundo del local. Si tienes la suerte de pillar la primera mesa la sensación de comunión con el barrio mientras te zampas su menú, es sensacional. Está situado en una zona del Gòtic especialmente carismática, porque está el local justo en la zona del Call, antiguo barrio judío de callejones estrechos, piedra envejecida y  suelo de losas desgastadas.

En La Cassola triunfa, y triunfa mucho, el menú del mediodía. Si no te espabilas y llegas algo tarde es muy probable que te toque esperar un buen rato, no son un local particularmente ágil y rápido. Es un menú sencillo para degustar entre paredes de piedra, mesas algo abigarradas y un ambiente festivo, divertido y locuaz. Buena cocina, práctica y suculenta.

Carrilleras, pollo al horno, cremas que no falten y todo este tipo de platos con fondo y de fonda. Se llaman "cassola", es decir "cazuela". Hay siempre cuchara, hay siempre ensalada y algunos platos con suplemento por si quieres convertir el menú en una ocasión algo más especial. Atención al bacalao con pasas y piñones. ¡Que nunca nos falte el bacalao!

Los postres son a elegir, pero hay una opción que de tan clásica y carismática se convierte en obligatoria: rosquilla frita y salseada con chocolate, que suena sencillo y, en efecto, lo es. Culmina en sintonía con el resto del menú: cocina sencilla, bien hecha y carismática. Sin alardes: comer bien y a buen precio. No está nada mal. // La Cassola. c/Sant Sever, 3. Barcelona. Tel.: 933 181 580. Precio: 14,50€ (menú)