María y Beatriz Rodero son hermanas y son la segunda generación de una familia dedicada a la viticultura en la zona de Pedrosa de Duero (Burgos), en las Bodegas Carmelo Rodero. También son un magnífico ejemplo de cómo, desde hace años, las mujeres se han hecho un lugar en el mundo del vino y se han convertido también en referentes —os animamos a descubrir nuestro mapa de elaboradoras de vino de España—.
Nos encontramos con María, que ejerce como directora comercial de la bodega, en la pasada edición de la Barcelona Wine Week para conocer un poco más este proyecto familiar, que se ha ido renovando, sin prisa pero sin pausa, siempre buscando elaborar unos vinos que son un tributo a su lugar de origen y a su terruño.
Un proyecto que crece en familia

¿Han ganado presencia las mujeres en el mundo del vino?, le preguntamos. "En nuestro caso, nunca hemos notado ninguna situación incómoda por ser mujeres. Sí que es verdad que hace años era un mundo donde, tanto la parte técnica como la comercial, era puramente masculina. Pero creo que, de un tiempo para acá, la inserción de la mujer está más que asimilada", afirma.
En su caso es lógico, lo llevan en su ADN familiar: "Nos han hecho participar en la bodega desde pequeñas, hemos crecido con ello, es algo súper natural. No hemos tenido que luchar para hacernos un sitio", reconoce.
Pero hay que ir un poco más atrás para conocer la historia de su bodega: "A mí me gusta que la gente sea consciente de que el proyecto lo empieza Carmelo —su padre— de una forma súper humilde. Viene de una familia con pocos recursos y él apuesta por la agricultura como medio para buscarse la vida y el sustento. Inicialmente, el cereal le da la primera liquidez y, a partir de ahí, es cuando empieza a apostar por viñedo".
Posteriormente, explica, decidió trabajar con "viñedos y la uva de calidad" y vender, por ejemplo, a bodegas como Vega Sicilia, "que es un referente a nivel nacional". Eso fue durante más de 15 años, en los que fue creciendo e interesándose más por el mundo del vino. "Le picó el gusanillo" y en 1991 sacó su primera cosecha al mercado. Así nacía Bodegas Carmelo Rodero que, poco a poco, se ha ido convirtiendo en un referente de calidad en la Denominación de Origen Ribera del Duero.
El relevo generacional

Desde entonces, la bodega ha ido actualizándose; primero con la incorporación de Beatriz, como directora técnica y enóloga. "Alrededor de 2007 salió su primer vino", afirma. Y ya en 2013 con la llegada de María. Ambas se encargan de la gestión actualmente.
"En este tipo de negocios, como son tan personales, muchas veces cuesta pasar el testigo, dejar todo lo que has creado. Pero en nuestro caso ha sido un cambio generacional súper fácil, se ha hecho de una forma muy natural. Nos han dejado trabajar según nuestros criterios desde el minuto uno", dice María.
¿En qué ha cambiado la bodega desde que la gestionan ellas? "Ha sido un cambio constante, pero muy progresivo, muy poquito a poco. Beatriz ha ido modificando el perfil de los vinos, apostando por vinos con una presencia de fruta mucho más marcada, con las barricas mucho más sutiles, más integradas, vinos mucho más redondos".
Y ha decidido limitar la producción: "Ha sido muy radical, ha apostado por producciones máximas de 4.500 kilos por hectárea. Eso es poco, pero es asegurarte calidad en la viña. Su apuesta es calidad, calidad y calidad". Sus viñedos crecen a una altitud de 890 metros sobre el nivel del mar a través de varios pagos seleccionados, un total de 170 hectáreas con virtudes intrínsecas diferentes de cada microclima.
Pero, además de eso, la enóloga han transformado los proceso de elaboración, incorporando la vinificación por gravedad, un método que evita el uso de bombas y mangueras en el proceso, por lo que "se minimiza el daño en las uvas y se preservan sus características naturales, haciendo que el vino final sea una representación fiel del fruto y del terroir". "La bodega a nivel instalaciones está a la última", añade.
En la parte que le toca a María, en cuanto a comercialización, han cambiado su imagen, "de manera ordenada, sin cambios drásticos", y se han hecho fuertes en el mercado nacional. "Estamos muy agradecidos, es el que nos ha hecho poder crecer y el que nos ha dado nombre y nos ha puesto donde estamos".
Ahora, su objetivo es crecer un poco más en otros mercados: "México, República Dominicana, Suiza... ya son mercados fuertes para nosotros y la idea es ir abriendo mercados donde se pueda desarrollar la marca, donde crear ese vínculo entre el cliente y nuestra filosofía". Una filosofía, cargada de valores familiares.
Raza: su última creación

En su portfolio trabajan solo vinos tintos, con referencias como Carmelo Rodero Crianza, Pago de Valtarreña o Raza, su última creación y de la que están más satisfechas. "Ha sido darle vuelta de tuerca al reserva que teníamos, Beatriz se centró en hacer un vino elaborado únicamente de Pedrosa de Duero y sus cinco pedanías, solamente de uva tempranillo. Para que el consumidor lo relacionara con la esencia de nuestra zona". El terruño, que tanto defienden.
"Es un vino muy franco, tiene una fruta marcada, una elegancia, tiene frescura. Es un vino que lo tiene todo y su nombre representa un poco lo que hay dentro de la botella". ¿Es el vino que os podría definir ahora como bodega?, le preguntamos. "No hay un vino que nos defina, cada uno tiene su nicho, cada uno tiene su hueco. Pero sí que es verdad que estamos muy orgullosas de Raza. Y su relación calidad-precio no deja indiferente".
También tienen un nuevo vino en camino, "algo más especial, que saldrá en una edición muy pequeñita, muy limitada. Tenemos el nombre, pero no tenemos fecha de salida. Ha costado mucho dar con él, pero es la guinda para completar el portfolio de bodega, que es cortito, aunque entendemos que cada referencia cubre muy bien su nicho".

Ante tendencias como el auge del vino blanco o los vinos de baja graduación que empiezan a sobresalir en el mercado, María lo tiene claro: "Te puedes adaptar al mercado hasta cierto punto, pero tienes que tener tu filosofía clara y seguir tu criterio. Nuestra idea es mantener lo que tenemos, seguir mejorando y potenciando nuestros vinos".
María y Beatriz son jóvenes y todavía no se plantean sobre su propio relevo: "Familia tenemos ambas y relevo si quieren, por supuesto, pero siempre y cuando les apetezca y les guste. Estos son proyectos muy personales, muy demandantes en todos los sentidos y si te gusta es estupendo, pero si no te gusta es mejor que hagas otra cosa".
Y añade: "A nosotras nos ha encantado desde el primer momento, nos han dado libertad plena para seguir o no. Y es lo que queremos hacer nosotras con nuestras familias. Si quieren seguir, pues será una auténtica alegría, pero si no, no pasa nada".