Toni Falgueras, leyenda viva del vino: "Hoy todo el mundo sabe de vinos, hay mucho teatro"

El Celler de Gelida, la emblemática tienda especializada del barrio de Sants (Barcelona), cumple 130 años. Hablamos con Toni Falgueras, cuarta generación a cargo del negocio

Mónica Ramírez

Periodista gastronómica

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Toni Falgueras en el Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ
Toni Falgueras en el Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ

El bisabuelo Falgueras cargaba el carro con las garrafas de vino que su familia elaboraba en Gelida, para venderlas en la calle Vallespir; ahora barrio de Sants, entonces, villa independiente de Barcelona. Fue la bisabuela, junto con su hijo, quienes decidieron abrir la tienda.

Corrían los últimos años del XIX cuando todavía se compraba hielo para que las neveras domésticas mantuviesen los alimentos frescos, por lo que además de vino a granel, proporcionaban hielo, aceites y jabones; productos típicos de la época. Había tanto trabajo, que tanto su padre como él, Toni Falgueras, nacieron en la tienda. “No hubo tiempo ni de ir a la clínica, vino a casa la comadrona”, afirma. 

Nueva generación, nuevo rumbo

 El Celler de Gelida en el barrio de Sants (Barcelona)/ SIMÓN SÁNCHEZ
El Celler de Gelida en el barrio de Sants (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ

Cuando Toni Falgueras tomó el relevo de la tercera generación, se dio cuenta de que aquella pequeña bodeguita de barrio necesitaba un cambio. “Junto con mi mujer, María Febrer, recorrimos varios países y observamos que en todos existían las tiendas especializadas. Eran otros tiempos, no había tantos posibles, y recuerdo que en Francia dormimos una noche en el coche, junto a la Torre Eiffel”, rememora divertido.

Y añade: “Con mi mujer hemos formado un dúo perfecto, sin ella no habría conseguido lo que hemos conseguido. Yo suelo decir que ando por el mundo mudo y sordo, porque no entiendo ni hablo ningún idioma, en cambio María habla francés, inglés e italiano”.

De regreso a Barcelona, se embarcó en una gran reforma, eliminó el granel y se especializó en vinos embotellados. “Nos desmarcamos de la competencia, porque por aquel entonces, todos vendían vino a granel”, confiesa. 

Más de 4.000 referencias

Recuerdos familiares en El Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ
Recuerdos familiares en El Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ

La aceptación de la clientela fue muy positiva. “Aprovechamos el auge del vino catalán. La primera muestra se hizo en la Rambla Catalunya con Jaume Ciurana. Fueron los inicios del Incavi. Así que aprovechamos para trabajar todos los vinos. Con el paso del tiempo, el público empezó a pedir botellas diferentes, variedades foráneas, vinos más internacionales... burdeos, borgoñas...”. 

Este nuevo interés le llevó a visitar más de 80 países. “Todos mis viajes han girado en torno al vino. Cuando íbamos de vacaciones con mis hijos siempre era a un lugar de vino. Aún ahora, cuando entro en un bar y veo una referencia que no conozco, pido una copa, lo pruebo y si me gusta, lo busco para la tienda. Esto lo hemos hecho en muchos países”, afirma.

Esta costumbre ha conseguido que actualmente, la tienda albergue más de 4.000 referencias entre, además de vinos, destilados —es un enamorado del whisky—, aperitivos, vermuts o licores artesanales de todo tipo. “Siempre he intentado traer cosas diferentes, especiales. Nos gusta conocer lo que vendemos. Y si no lo conocemos o no nos gusta, preferimos no venderlo”.

Reconoce haber descubierto vinos que luego han sido muy valorados por la crítica: "Somos los clientes más antiguos de muchas casas como Torres o Vega Sicilia”. Y confiesa que alguna de las referencias más singulares, no son por hacer negocio, sino porque “hay que tenerlas por su personalidad, rareza o singularidad”.  

Todas las referencias están ordenadas y documentadas en el largo espacio de la tienda. Al fondo, se encuentra una habitación con una pequeña mesa de cata, que suele ser también el lugar donde se graban algunos vídeos. El piso inferior es un auténtico viaje a otra época. Imágenes que hablan de tiempos pretéritos que conviven con botellas centenarias, rarezas vinícolas, añadas significativas o joyas enológicas familiares. Delante de la tienda, el almacén y en el piso superior un gran comedor, con cocina incorporado, para organizar cursos, catas privadas o eventos.

Fidelidad al territorio: defensa del vino catalán

El Celler de Gelida (Barcelona) en el barrio de Sants (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ
El Celler de Gelida (Barcelona) en el barrio de Sants (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ

Toni fue uno de los primeros grandes defensores del vino catalán. “En aquella época, todo el mundo pedía Rioja. Nosotros empezamos a buscar bodegas pequeñas, con producción integral. Siempre nos hemos preocupado más de la persona que hace el vino que de la marca comercial”, destaca.

Fundó Mestres Cellerers de Catalunya, recuperó la presentación del Vi Novell, participó en la creación de la Asociación catalana de sumilleres y en el centro catalán de catadores. Por entonces, los viajes a Madrid para presentar vinos, eran habituales. 

Su implicación en este mundo, le ha granjeado a lo largo de su vida multitud de reconocimientos. “La revista Gourmet nos escogió entre los diez mejores catadores, ganamos el premio de la Fira de Maig de Vilafranca del Penedès, el de la Bona Taula, el del Gourmet Barceloní...”.

Actualmente, continúa implicado en varias entidades como la Cofradía de Santa Marta, patrona de hosteleros, restauradores y taberneros. “Este año hacemos 600 años. Es la parte social del Gremi de Restauració. Organizamos acciones para ayudar a los demás. De hecho, participa el mosén de la Capilla de Santa Anna que deja dormir en la iglesia cuando hace frío”, indica. 

Atención personalizada, marca de la casa

Toni Falgueras en el Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ / SIMÓN SÁNCHEZ
Toni Falgueras en el Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ / SIMÓN SÁNCHEZ

Uno de los aspectos que distingue esta casa de la competencia es el asesoramiento y la atención al cliente. “Vas a un supermercado, miras la estantería y no te dice nada. En el Celler, lo primero es un ‘buenos días’ y un ‘en qué te podemos ayudar’. Nos gusta que el cliente salga contento. Le preguntamos qué le gusta, qué características prefiere y nos adaptamos a él. Siempre recomendamos algo que tomaríamos nosotros mismos y buscamos una buena relación calidad-precio. Nunca hemos aconsejado vinos demasiado caros”. Y especifica que “los vinos más caros no siempre son los más buenos”.

Falgueras señala que lo importante en el alcohol es saber beber. “¿Sabes cuántas copas salen de un whisky en Escocia? Veinticinco. ¿Y en España? Ocho. No es normal que se llenen tanto las copas en España. Hay que beber con moderación, para disfrutar”. Y añade un truco. “Cuando tomo vino, yo siempre tengo dos copas, una de agua y otra de vino. Si tengo sed, sin duda, el agua es la mejor bebida. El vino es para paladearlo. Si lo tratas bien, es un buen amigo. Pero si lo tratas mal, te castiga. Vas en barco toda la jornada”. 

Apunta que ocurre lo mismo con los destilados. “Muchas veces, me gustaría tomarme una copita de armañac o coñac después de comer, pero no lo hago porque te ponen unos copones que luego no puedes conducir. Por eso, me gusta como lo hacen en Suecia, que te miden el alcohol en centilitros. Puedes tomarte unos centilitros para disfrutarlo y volver a tu casa tranquilamente en coche. Deberíamos reivindicar la bebida en centilitros”. 

Toni destaca que además de Sants, acuden personas de otros barrios. “No vienen asiduamente porque no viven por aquí, pero siempre vuelven cuando necesitan algún vino para momentos especiales”. 

La buena atención y asesoramiento ha provocado que sus clientes se conviertan en sus mejores embajadores. “Estamos muy orgullosos de toda nuestra clientela. Gracias a ella y el boca oreja estamos donde estamos. Han venido incluso presidentes del Gobierno y hemos preparado bodas reales. Personas como Pascual Iranzo, el sr Rodés o uno de mis grandes amigos, Jordi Estadella, nos han ayudado. Estadella me hizo crecer y siempre me proponía referencias para probar. Con él he viajado más de mil kilómetros solo para catar un vino. Era una adelantado en la gastronomía y en muchas cosas”.

El teatro alrededor del vino

Botellas centenarias y otras rarezas en el Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ
Botellas centenarias y otras rarezas en el Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ

En estos 130 años de historia, el Celler de Gelida ha sido testigo de la evolución del mundo del vino. En algunos aspectos para bien y, en otros, no tanto. “Antes éramos cuatro los que sabíamos de vinos y nos conocíamos todos. Hoy todo el mundo sabe de vino. A veces, voy a un restaurante y cuando el sumiller saca una botella y empieza a contar... encuentro que hay mucho teatro. Se ha vuelto un poco cuenta cuentos”, ríe.

En cuanto a los vinos naturales, afirma que él siempre ha bebido vinos naturales. “Me he roto la cabeza para encontrarlos. Ahora lo que se vende, a veces, son vinos mal hechos con el argumento de que son vinos naturales. Hay un poco de lío”. Y recurre al cuento del Traje Nuevo del Emperador para establecer un símil. “Es como al rey que le vendieron un traje nuevo, invisible, e iba desnudo por la calle. En la corte nadie se atrevía a decirle que le habían tomado el pelo y se deshacían en halagos hacia el supuesto ropaje, hasta que alguien lo hizo. Ese soy yo”.

En relación a los vinos sin alcohol, señala que, más allá de la tendencia, es una opción real de futuro, “en la que se está invirtiendo cada vez más”, y que “cada vez son mejores”. No obstante insiste en que la clave reside en saber beber. “Ahora incluso hay ginebra sin alcohol. Una bebida que cuando lees la etiqueta se te quitan las ganas de tomarla con todos los conservantes y saborizantes que lleva. Para eso, yo prefiero una infusión de hierbas o un agua con frutas maceradas. A mí me encantan. Piensa que muchos licores y destilados parten de maceraciones e infusiones de hierbas o frutas. Y de hecho, se ya ven aguas con rodajas de limón o naranja para saborizarlas”.

Una historia plagada de anécdotas

Botellas de vino en el Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ
Botellas de vino en el Celler de Gelida (Barcelona) / SIMÓN SÁNCHEZ

Falgueras cuenta que el vino siempre les ha ayudado mucho y recuerda que durante la guerra el ejército les expropió las botas. “Lo llevaron a Sant Andreu, pero el vino se les picaba. Así que llamaron a mi padre y a mi tío para que lo cuidasen”, recuerda. Y continúa: “Estaban en edad militar, así que por la mañana preparaban el mostillo más dulce de lo que tocaba, se lo tomaban y así en los análisis de sangre, les subía el azúcar. Pasaban por diabéticos y se libraron de ir a la guerra”.

A lo largo de la charla, Falgueras no deja de citar a su familia e insiste en expresar lo orgulloso que se siente de ella. “Mis hijos han escogido el mundo del vino de manera natural. Ferran es abogado, es muy exigente con la calidad y es el mejor catador de todos nosotros. Meritxell es sumiller, ha estudiado en diferentes países, es una entusiasta de la comunicación y tiene muchos proyectos”. 

Destaca que la clave del negocio, además, reside en el gran trabajo del equipo de la tienda, del que se siente muy satisfecho. “Llevan con nosotros 40 años y son del barrio”, apunta. En nuestra charla, su mujer es otro de los nombres recurrentes ya que además de ejercer como intérprete, ha sido y es un pilar fundamental en su vida. Una compañera que ha sabido compartir, disfrutar y participar en su pasión por el vino. 

“Hemos estado en Sicilia probando las bebidas más de moda y otras cosas más especiales. También en Turkmenistán. Nuestro próximo viaje será a Georgia, donde elaboran un vino que es patrimonio de la Humanidad”. 

Me despido admirada de ver cómo, a pesar de los años, Toni Falgueras mantiene intacta la ilusión por su profesión, por descubrir nuevos vinos, por viajar y por seguir emocionándose con cada copa. ¡Larga vida al Celler!