El 'gran apagón' del pasado lunes, 28 de abril, nos pilló a todos desprevenidos y con la sensación de que esta torre de naipes en la que habitamos se puede venir abajo en cualquier momento. La fragilidad de todo lo que nos rodea se hizo evidente en una pantalla que había dejado de comunicarnos con el mundo exterior, un metro detenido en mitad de un túnel o una nevera en la que tiritaba de miedo el último filete olvidado a su suerte.
Para los dos primeros supuestos no tenemos más solución que la de esperar a que Dios nos pille confesados. Para la tercera existe la opción de prevenir, que es curar, optando por una buena despensa que haga más llevadero el apagón, la posibilidad —remota— de un desabastecimiento temporal o de sobrevivir dignamente a ese gripazo que te deja fuera de combate.
Conservas sí, ultraprocesados no
Aunque hoy en día achacamos todos nuestros males a la industria alimentaria, antes de generalizar tenemos que observar con detenimiento el panorama de alimentos conservados que existen en los estantes de tiendas y supermercados y saber discernir entre un ultraprocesado de pésima calidad infectado de sal, azúcar y colorantes y una buena alcachofa de Tudela embotada, una lata de melva canutera del Estrecho o unas gordales sevillanas.
Todo son conservas, pero es obvio que no tienen nada que ver con una lata de raviolis o un ramen instantáneo. Lo primero son verduras en perfecto estado, pescado azul idóneo para una correcta dieta y un encurtido que aporta un toque de ácido y salado a cualquier plato, además de una buena dosis de ácidos grasos omega-6 y omega-3.
Y, por encima de todo, es comida inalterable durante mucho tiempo, de manera que nos garantice, no solo una supervivencia para casos de emergencia, sino una alimentación correcta, un ahorro de tiempo en la cocina y una fuente de inspiración para platos rápidos, creativos y saludables.
Pequeña historia de las conservas
Las primeras conservas al vacío se las debemos al encargo realizado por Napoleón al confitero francés Appert para alimentar a sus soldados. Posteriormente, en 1810, Philippe de Girard perfeccionaría el método utilizando recipientes de hojalata.
El paso final lo dio Pasteur descubriendo el modo de eliminar los microorganismos que estropeaban la comida: había nacido la industria conservera que tanta gloria y belleza diera a los colmados y ultramarinos de los siglos XIX y XX. Por primera vez en la historia de la alimentación, el hombre había, aparentemente, vencido al hambre.
Desde entonces, las amas de casa y los cocineros disponían de tomates y guisantes todo el año, anchoas que no había que desespinar y salar y legumbres que estaban listas para comer. Rápido, limpio y atemporal. Sano, incorruptible y delicioso.
Ideas para cocinar con conservas
Sin embargo, las buenas latas y conservas que ofrece hoy en día el mercado, muchas de ellas verdaderas delicatessen —ojo al precio de un cangrejo real o el caviar iraní— no se consumen con la asiduidad que deberíamos y nuestras despensas están más vacías que nunca. Una despensa bien gestionada es el stock de tu empresa (hogar) cuando esta funciona como un reloj suizo. Y, además, es divertido porque puedes improvisar y crear a tu gusto todo tipo de bocadillos, ensaladas, platos de pasta o cremas en un plis plas.
Imagina, por ejemplo, una sopa fría en diez minutos. ¿De espárragos en conserva o de maíz dulce? El proceso es idéntico. Pochar en una cazuela con mantequilla un poco de puerro, añadir la lata con un poco del líquido de la conserva, un huevo cocido, echar algo de caldo de verdura para cubrir y batir. Servir con un chorrito de nata líquida, jamón picado, manzana ácida en tiras finas o alguna especia de tu gusto.
Si te gustan los clásicos espárragos con mahonesa puedes probar de saborizar la mayonesa del supermercado con algunas hierbas frescas como el perejil o el cebollino y añadir un carpaccio de bacalao al plato de toda la vida.
¿Te apetecen unos espaguetis rápidos? Pues aprovecha una lata de mejillones picantes, unos dientes de ajo y algo de salvia para elaborar una pasta sencilla y riquísima. Los tomates secos y rehidratados en aceite de oliva son un comodín perfecto para añadir a los típicos bocatas de atún o bonito en conserva, al igual que la olivada o paté de aceitunas. Si te gustan los trigueros a la plancha, remata el bocata con este toque verde y crujiente.
Las ensaladas se crecen ante una buena conserva. Las de legumbres y bacalao —empedrats en Cataluña— son un clásico, pero la de lentejas con codornices escabechadas es muy sabrosa y elegante (te compartimos a continuación la receta para prepararla en casa).
Los aperitivos son el reino del laterío de calidad. Juega con distintos tipos de aceitunas, rellena unas gordales de pesto rojo, acompáñalas con boquerones, anchoas, alcachofas, berberechos, etc. Y disfruta de sus infinitas posibilidades.
Receta de ensalada de lentejas con codornices en escabeche
Ingredientes para 4 personas
- 150 gramos de lentejas cocidas
- 1 lata de codornices en escabeche
- Medio calabacín
- Medio pimiento rojo
- 1 cebolla morada
- 1 zanahoria
- Hojas de albahaca fresca
- Aceite de oliva virgen extra
- Vinagre de Jerez
- Sal
Elaboración
Abre el bote de lentejas y escúrrelo. Sírvelo en una fuente amplia. Añade las verduras cortadas muy pequeñas y la cebolla en juliana fina. Alíñalo a tu gusto. Pon sobre el conjunto las codornices y llévalo a la mesa.
