El gran apagón al otro lado de la barra: así se vivió en bares y restaurantes

Las cocinas y planchas de gas, las brasas y el pago en metálico permitieron a muchos salvar un lunes histórico: hablamos con distintos restauradores sobre su experiencia

Iker Morán y Laia Antúnez

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El gran apagón al otro lado de la barra: así se vivió en bares y restaurantes / LUIS MIGUEL AÑÓN
El gran apagón al otro lado de la barra: así se vivió en bares y restaurantes / LUIS MIGUEL AÑÓN

"Only cash", se escuchaba decir en la siempre animada terraza del Bar Alegría. Eran casi las dos del mediodía y mientras la Gran Vía de Barcelona ya empezaba a colapsarse, un coche parado en la acera con la radio a todo volumen congregaba a muchos vecinos intentando saber qué ocurría, y la incertidumbre se palpaba en cada conversación, algunos turistas despistados simplemente buscaban un buen sitio para sentarse a comer.

Lo de pagar solo en metálico fue seguramente una de las frases más repetidas en una jornada histórica, ya bautizada como "el gran apagón", y que dejó a España y Portugal sin electricidad durante buena parte del día. En el caso de Barcelona, algunas zonas empezaron a recuperar la conexión a última hora de la tarde, pero en muchos casos la espera se alargó hasta bien entrada la noche.

Las situaciones excepcionales, como siempre, provocan reacciones muy diferentes. Algunos no dudaron en recopilar agua y latas en el supermercado, otros se reunían alrededor de la puerta de un hotel en el barrio de Sant Antoni de Barcelona que dejó abierta su red Wifi operativa para facilitar la comunicación, y ya por la tarde y la noche en muchos bares las terrazas estaban llenas —incluso con algún vecino pinchando— en una improvisada fiesta para un lunes muy diferente.

27 cenas y 32 cancelaciones

Carácter mediterráneo, hartazgo de tantos días históricos que últimamente se suceden o simplemente que algo había que comer, el caso es que los bares y restaurantes hicieron lo que pudieron para salvar el día. Los hornos de leña de las pizzerías, las planchas de gas de los frankfurts y las brasas fueron la solvación de muchos.

"Mantuvimos abiertos todo lo que pudimos con el fuego encendido de las parrillas y cerramos después del servicio del mediodía en Madrid, Valencia y Barcelona", explican desde el Grupo Sagardi. Por la noche, nos cuentan, se canceló todo y se cerraron los locales, incluidos los que tienen en Oporto, por una razón muy sencilla: no había manera de contactar con los clientes y saber si acudirían o no. Más allá de los turistas, había gente que no podía volver a casa y buscaba algún sitio para comer al mediodía, señalan desde Sagardi.

En el caso de Carballeira, el mítico restaurante en el barrio del Born, su horario fue el contrario. Cerraron hasta que volvió la luz a última hora de la tarde y luego abrieron "casi por casualidad, porque empezaron a entrar clientes", explica Ángel Alonso, director de esta casa. En total, el peculiar lunes se saldó con 27 cenas y 32 cancelaciones.

Terraza del Bar Lugo en Barcelona, recogida durante el apagón / ÒSCAR GIL COY
Terraza del Bar Lugo en Barcelona, recogida durante el apagón / ÒSCAR GIL COY

Seguir sirviendo, solo platos fríos

También solventaron como pudieron la situación en Familia Nuri, un grupo de restauración familiar conocido por sus arroces, y que cuenta con distintos restaurantes en Barcelona y en el frente marítimo. Laura Noguera, tercera generación de la familia y responsable de marketing, explica que el apagón llegó justo con el servicio de mediodía empezado: “Tuvimos que avisar a los clientes que estaban sentados de que había muchos de los platos ya encargados que no se podrían servir. Seguimos ofreciendo servicio de bebidas y algunos platos fríos. A los clientes que entraban nuevos ya les avisábamos de eso y de que tenían que pagar en efectivo”. 

El mencionado pago en cash no estuvo exento de complicaciones: "Funcionamos con TPV electrónica y handys, por lo tanto, tuvimos que volver al bloc de notas y a preparar el ticket para todas las partidas, para poder tener control de todo el que se pedía. En algún momento funcionaron los datáfonos, pero de manera muy intermitente".

En su caso, "los locales que tenemos frente al mar, como tienen luz natural, pudieron alargar el servicio, pero, por ejemplo, Bar Nuri —situado en el barrio de Poblenou—, que tiene la mayoría de local interior, tuvo que cerrar porque no se veía nada", apunta.

"Seguir vendiendo para no tirar el producto"

Para el pastelero Jon Cake, la clave fue seguir vendiendo: "Sin neveras, era eso o tirar el producto". El maestro de las tartas de queso, explica que "por suerte, estaba toda la producción hecha y todo frío, así que simplemente no abrimos las neveras. Algún pastel hemos perdido, pero poca cosa".

Eso sí, "cambiamos a vender en efectivo cuando se cayó todo y pudimos acabar casi toda la producción. Tampoco pensábamos que duraría tanto, la verdad", continúa. De hecho, en su nuevo local del barrio del Born, "a las 16 horas ya teníamos luz y no se ha echado a perder nada, las neveras aguantaron". 

En cambio, en Jon Cake & Wines, en la calle Gelabert, "tendremos que tirar todo el huevo pasteurizado, por precaución. Y ahora veremos cómo están los quesos, pero a priori hemos salvado la papeleta", cuenta el pastelero, que todavía tiene que terminar de hacer balance de daños.

Gente consumiendo en un bar de Barcelona durante el apagón / LUIS MIGUEL AÑÓN
Gente consumiendo en un bar de Barcelona durante el apagón / LUIS MIGUEL AÑÓN

Colas a la puerta del restaurante

Los grupos electrógenos que permitieron a algunos medios de comunicación seguir operativos durante el apagón también fueron la salvación de los hoteles. Y sus restaurantes, claro. "Aunque para todos fue un día caótico, teníamos un grupo electrógeno que sabíamos que iba a aguantar unas cuantas horas y durante el servicio del mediodía lo resolvimos sin problema, porque mucha gente se quedó a comer", relata Víctor Alfageme, chef del restaurante Reversible del Hotel Índigo Barcelona.

Uno de los problemas —recuerda Alfageme— es que algunos trabajadores no pudieron llegar a su turno, con lo que por la noche todo el personal del hotel y de sala acabó echando una mano. "Reversible estaba lleno e incluso había cola en la calle, porque con los supermercados y muchos restaurantes cerrados, la gente buscaba algún sitio donde poder cenar".

El ritmo se pudo mantener hasta las nueve, cuando el combustible del grupo electrógeno amenazaba ya con acabarse y la luz, como en muchas zonas de Barcelona, todavía no había vuelto. En ese momento, explican, se ofrecieron bocadillos y ensaladas frías de la carta del room service para que nadie se quedara sin cenar.

Papel, boli y efectivo

Fue un día para tirar de recursos. No solo se trataba de salvar de alguna manera la facturación, sino también —señalan muchos de los entrevistados— de ofrecer un servicio público dando de comer o cenar a la gente que seguía sin luz o que se había quedado tirada sin poder volver a casa. "Comandamos como a la vieja usanza, con papel y boli y pagos solamente en efectivo", recuerda Andrea Pérez, del restaurante Catacroquet en el barrio de Poblenou.

La plancha y el gas salvaron el menú del día que ya tenían muy adelantado, de carta, igual que otros de los entrevistados, se sirvieron solo los platos de cuarto frío y las bebidas también aguantaron frescas, así que, dentro de lo que cabe, todo normal por aquí. "A las ocho cerramos cuando ya no había luz natural, y en el plano emocional un poco asustados, era imposible no ir por la calle y acordarse de la pandemia".

Producción en una cocina

Un caso diferente es el de Dr.Zhang, con dos restaurantes en Barcelona dedicados a la cocina asiática y los dumplings, que elaboran de manera artesana, a diario. Aun así, otra parte de su producción semanal la preparan los lunes, cuando tienen los restaurantes cerrados. "Pudimos seguir trabajando en la cocina, porque teníamos gas y luz natural, hicimos un montón de dumplings y rellenos, pero no sabíamos qué hacer porque no queríamos abrir los congeladores”, explica Èlia Caral, alma mater del proyecto. 

Tuvieron que tirar de ingenio y recursos: ”Cogimos todos los hielos que teníamos en el congelador y los pusimos en un arcón, guardamos todos los rellenos para que se conservaran”. Recogieron sobre las 18 horas, sin luz todavía, y dejaron toallas alrededor de los congeladores, “sabiendo que a lo mejor llegábamos esta mañana y estaba todo descongelado”, dice.

No ha sido así, “estaba todo bien y simplemente hemos tenido que tirar algunos dumplings que no se llegaron a congelar, pero todo lo demás lo hemos salvado. Así que todo bien”.

Supermercado a oscuras en Barcelona durante el apagón / LUIS MIGUEL AÑÓN
Supermercado a oscuras en Barcelona durante el apagón / LUIS MIGUEL AÑÓN

Pérdidas y producto salvado

Y es que ahora llega el momento de evaluar pérdidas y hablar con los seguros. Tanto quienes pudieron abrir como los que no consiguieron salvar el lunes. Es el caso de La Bodegueta de Cal Pep, ubicada en el barrio de Sants (Barcelona) y de El Cau de Vermut, en L’Hospitalet de Llobregat, dos locales entregados al vermut y a las tapas, cuya jornada pasó por el cierre absoluto. Nos lo cuenta Gustavo González, su propietario: “Tuvimos que cerrar, la luz volvió muy tarde”.

Esto les ha implicado principalmente la pérdida de todo el producto fresco que utilizan procedente del mar: “No se podía conservar, lo hemos tenido que tirar”. Y añade que todavía deben ir a mirar los congeladores y neveras de nuevo “ya que ayer procuramos no abrir para que conservaran lo más posible. Por eso, a esta hora de la mañana, es muy pronto para dar una cifra sobre las pérdidas”, dice González.

No es el caso de Familia Nuri, "por suerte, la luz volvió a todos los locales sobre las 22.30 horas y esto hizo que no se estropearan los alimentos de las neveras y congeladores, ya que antes se habían dado órdenes de no abrirlos para mantener el máximo de tiempo posible la temperatura. A esa hora, el equipo de mantenimiento pudo pasar por los locales a apagar luces, revisar neveras y activar alarmas, sobre todo para no tener ningún otro incidente", concluye Noguera.