De vez en cuando la vida te besa en la boca y a colores se despliega como un atlas, lo cantó Serrat y a mí de vez en cuando me pasa. Llegué a Cal Pitu (Sant Fuitós de Bages, Barcelona) por un chivatazo experto, de esos que valen oro, pistas que no están en una guía, información fuera de carta. Llegué antes de tiempo, no eran las ocho de la mañana. Montse me sentó en una mesa de madera oscura y gruesa, una mesa que parecía anticipar la granítica solidez de la cocina de Pitu. “A las ocho te aviso”, me dijo. Yo no lo entendí.
A las ocho en punto vino a buscarme y me hizo pasar hasta la cocina. Literal. Cuando entré me encontré a Pitu Comellas, espumadera en mano y chaquetilla de quien lleva cocinando desde las cinco de la mañana: con manchas. "¿Qué quieres para desayunar?", me preguntó. Entre los dos había una pequeña muralla de ollas y cazuelas bajas, llenas de estofados, guisos, callos, albóndigas, manitas de cerdo y, en definitiva, buena parte del recetario tradicional catalán, a plena vista. Qué lindo paisaje y qué festín para la pituitaria.
Qué se come: callos y guisos poderosos

Montse y Pitu llevan 30 años dando de desayunar fuerte al personal con esta fórmula de proximidad máxima. “Compramos este bar-restaurante hace tres décadas, era un espacio de tipo casal-social, con mucha gente mayor jugando al dominó. Empezamos desde entonces a dar estos desayunos, siempre con nuestra fórmula de entrar y escoger”, cuenta el cocinero.
Entre los platos que más triunfan están los callos. Los callos nunca fallan. Son picantes, —de hecho, muy picantes—. “No debería, pero los voy a pedir”, dice Teresa, una parroquiana, que suma unas ocho décadas, que viene cada semana y siempre desayuna callos. “No debería, es que pican mucho, luego me tengo que estar rascando el trasero”, ríe a carcajadas, “pero los pido siempre, ‘no me puedo estar’”.
Son callos a la catalana, sin chorizo, con un sofrito. Pitu le pone una buena ración, los acompaña con pan y Teresa sale hacia el comedor con el botín y la sonrisa en la cara.

Otra de las maravillas de Cal Pitu es la militancia en platos tradicionales muy difíciles de encontrar. La carn de perol (carne de cazuela) es un plato guisado que se elabora con productos de casquería: vientre, morro y oreja. Casquería profunda.
Es un guiso poderoso que tiene algunos fans, bastantes detractores —porque la casquería ya tal— y sobre todo, muchísimos ignorantes. Es un gran desconocido. Solo lo cocinan los miércoles y los viernes, “porque es cuando el día anterior se ha trabajado en el escorxador (matadero) y nos traen el producto fresco”. Atención también a las agendas y los plannings de los amantes del mordisco meloso: los viernes es cuando cocinan galtes (carrilleras) en salsa.
Las tortillas y los enormes bocadillos

En la oferta también encontrarás tortillas de patata con diferentes variedades: “Hago cinco distintas cada día”, dice Pitu. “Hoy son de butifarra negra, de espárragos, de chistorra con miel, de patata y con cebolla”. Es como todo, las puedes combinar en un plato o ponerlas en un entrepà (bocadillo).
Es miércoles y Ricard es un joven de camino al trabajo. Se ha parado para pedir un bocata para llevar. Lo rellena de varios trozos de tortilla y le pide a Pitu que le ponga también un par de huevos fritos en el medio. “Cuando los muerdas se va a derramar la yema y te vas a manchar en la oficina”, le advierte el cocinero.
Ricard sonríe mientras extiende las manos, gesticulando como si estuviera poniendo servilletas sobre una mesa invisible: “Ya pondré bien de papeles, no te preocupes por eso, ponlos igual”. Se marcha contento con el bocadillo enorme, en la sala hay dos motoristas que llegan buscando felicidad y Teresa ha terminado sus callos. Le deseo toda la suerte del mundo con la tarde picante que no deseaba y, a la vez, no ha podido evitar. Todo poder conlleva una responsabilidad.
Desayunos para darse un homenaje

Las legumbres son —afortunadamente— estrellas de la cocina mañanera en este oasis del desayunar. Además de un enorme caldero de lentejas, tiene unos garbanzos guisados que crean afición. La razón es que los distintos recortes de piezas, como puntas de jamón, de jarrete o cualquier otro corte similar, terminan haciendo chup-chup con los garbanzos en la olla. “Claro, si además del laurel y el ajo le pones todo esto que le ponemos nosotros, la cosa cambia”, ríe Pitu. Entra un chico que pide un platazo de garbanzos, y suma al plato una manita de cerdo con pinta sideral. La vida sigue pareciendo bella en Cal Pitu, la verdad.
“El cliente que viene a desayunar por las mañanas es especial, viene con un ánimo de disfrutar que es diferente al de los mediodías”, dice Montse. Pitu remata: “Los que vienen al mediodía luego tienen que volver a trabajar, y no es igual pedir un plato pensando en volver a la oficina, que venir por la mañana a disfrutar de un buen rato y no tener prisa. A los desayunos la gente viene con una predisposición especial”. Los motoristas se han pedido dos platos de callos. Pitu les pone también dos enormes rebanadas de pa amb tomàquet. Para acompañar.
Termino mis albóndigas, tiernas de locura, y apuro los garbanzos. Acabo rebañando con pan. De camino al coche aún me siento hechizado. La vida me pasea por la calle, en volandas, y me siento en buenas manos. Otra vez Serrat. // Cal Pitu Restaurant. Av. Bertrand i Serra, 26, 08272 Sant Fruitós de Bages (Barcelona). Tel.: 938 788 253.