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Despensa

La tradición centenaria de Casa Mira en el corazón de Madrid: “El turrón es almendra, miel y azúcar”

Situada en un enclave privilegiado de la capital, esta turronería centenaria se ha convertido en un santuario de dulces navideños tradicionales y de otras delicias dulces

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La histórica fachada de Casa Mira, la turronería centenaria de Madrid fundada en 1842 / Yolanda Cardo

Luis Mira tardó dos años en recorrer los 422 kilómetros que separan Jijona (Alicante) de Madrid. Hay que tener en cuenta que lo hizo a mediados del siglo XIX, en un carrito tirado por burros lleno de turrón y que tuvo que regresar una y otra vez a la “ciudad del turrón” para reponer género porque lo agotaba de camino hasta que por fin consiguió reunir el dinero suficiente para establecerse definitivamente en la capital.

“La primera tienda la abrió en la plaza Mayor en 1842 y unos diez años después, en 1855, habiendo forjado una reputación, adquirió un local más grande con casa en la carrera de San Jerónimo, que es donde estamos ahora. Desde entonces hemos vivido y trabajado aquí seis generaciones”, cuenta a Hule y Mantel, Carlos Ibáñez (Madrid, 1992), actual heredero de Casa Mira, la centenaria turronería fundada por su tataratatarabuelo hace casi dos siglos.

Los sabores navideños “de toda la vida”

En un mundo en el que la innovación y la búsqueda obsesiva de nuevos y, a menudo, disparatados sabores, este negocio familiar continúa apostando por la tradición. “Nuestro producto clásico, por lo que se nos conoce, es el turrón. Nuestra columna vertebral, como decía mi abuela, es el turrón blando, el de Jijona, y el duro que es el de Alicante. Por lo que viene la gente es por los clásicos, los de antaño, los de toda la vida. Hemos podido introducir alguna cosita, pero prácticamente apenas hemos variado”.

Los turrones clásicos, estrellas absolutas de Casa Mira en Madrid / Yolanda Cardo

De hecho, el último sabor que añadieron, por sugerencia de su padre, fue el turrón de coco, y estamos hablando de los años setenta, ochenta, aproximadamente. “Tampoco es algo loquísimo. Pero no hacemos, por ejemplo, turrón de azafrán o, como uno que vi el otro día en Instagram, de patatas de jamón de Ruffles. Para mí eso es una chocolatina rellena de tal cosa. Lo llaman turrón porque le dan su misma forma. Si cambias y metes otros ingredientes, otros sabores, que para mí no pegan, estás creando otra cosa. Pero, como digo, para gustos, los colores”.

Respeto por la tradición, marca de la casa

Y es que Carlos considera que este dulce tan nuestro no necesita fusiones extravagantes ni florituras para conquistar paladares. “Entiendo el turrón como un producto que se elabora a base de almendra, miel y azúcar. Le puedes añadir alguna cosa más, puedes, incluso, cambiar el fruto seco y utilizar avellana o pistacho, pero si cambias y metes otros ingredientes estás alterando los que para mí es la esencia del turrón”.

La venta de sus productos ‘estrella’ es además el termómetro económico de la empresa. “No tengo que ver números, no tengo que ver nada. Simplemente, sabiendo que los cajones de esos dos productos van bajando, sé que vamos bien”.

Dulces tentaciones y clásicos sin azúcar

En los mostradores y en el hipnótico carrusel del escaparate, “una incorporación de mi abuelo que había visto en París”, encontramos mucho, mucho turrón (ya envasado o en barra para servir al corte) pero también figuritas de mazapán, peladillas, polvorones, fruta escarchada o sus populares yemas de nuez, un dulce único y original de casa elaborado con yema confitada, nueces enteras y fondant, “son algo muy nuestro, no se lo he visto hacer a nadie”.

Las yemas de nuez, especialidad de la centenaria Casa Mira en Madrid / Yolanda Cardo

También los clásicos sin azúcar, una de las pocas novedades que incluyeron hace unos años porque lo demandaba el público. “Al final hay gente que quiere menos caloría, y luego están los que no pueden tomarla por un problema de salud, como los diabéticos. Por eso incorporamos los dos turrones clásicos sin azúcar. El resto no es fitness que
digamos. Pero, bueno, al final es un producto muy puntual, se come una o dos veces al año, no hace daño. En ese aspecto, la clientela sigue siendo muy fiel y suele comprar siempre lo mismo”.

El gordo de la lotería y la bandeja de turrón

Y es que presumimos de modernos, pero, paradójicamente en estas fechas recuperamos costumbres heredadas, como comprar lotería –aunque tengamos que esperar hora haciendo cola en una famosa administración ubicada no muy lejos de esta casa– o poner sobre la mesa la tentadora bandeja de turrón como si fuera un miembro más de la familia.

Carlos Ibáñez, sexta generación de Casa Mira, fundada en 1842 por Luis Mira / Yolanda Cardo

“Conozco gente que viene expresamente a comprar la lotería y después aquí a por el turrón. Llegan las Navidades y, también un poco por nuestra cultura, por nuestra  historia, por la tradición de reunirnos con los seres queridos, siempre hay una bandeja de turrón para la sobremesa, para merendar o para después de cenar. Mientras eso no cambie, Casa Mira seguirá existiendo”, explica.

Y con ella el sustento de sus productores, muchos de ellos de Jijona. Allí, dice, "no tenemos tienda, pero sí muchísima relación, en parte, por el negocio. La almendra, la miel, los embalajes, casi todo viene de allí. Y el turrón de Jijona, el blando, se elabora allí por una cuestión de denominación de origen. El resto, todo lo demás se produce aquí, en el obrador absolutamente igual que hace 180 años”.

Una tienda única e irrepetible

Lo que tampoco ha cambiado apenas es el establecimiento. Los mismos mostradores de madera, los rótulos, las mismas tentaciones llamándote desde el carrusel giratorio... “Me han ofrecido abrir tienda en otra calle, en otras ciudades y países y la política aquí siempre ha sido: ¡no! No necesito veinte tiendas, no necesito
expandirme, no necesito más, es único
. No podría replicar Casa Mira en otro lugar porque hay tanta historia, tantas pequeñas cosas que controlar para que todo sea igual, que sería imposible”.

El carrusel de Casa Mira en Madrid es toda una atracción turística / Yolanda Cardo

Empezando por su ubicación en el corazón del Barrio de Las Letras, a tiro de piedra del Congreso de los Diputados, la Puerta del Sol y de los principales museos del conocido como el Paisaje de la Luz (Patrimonio de la Unesco desde 2021).

Los recuerdos, lazos afectivos, incluso con el espacio en sí mismo, son también factores esenciales en esta carencia de ambición expansiva. “Lo he vivido desde niño. Siempre me gustó estar abajo, en el obrador, me llamaba mucho la atención. Luego veías a la gente contenta y pensaba: esto mola. Y creo que fue con 15 o 16 años cuando supe definitivamente que quería hacerme cargo del negocio. Hasta los 12, quise ser paleontólogo, por eso de los dinosaurios”.

El relevo y la continuidad

El relevo llegó, de manera un tanto inesperada, pero natural, cuando alcanzó la mayoría de edad, tras fallecer su abuela y la ausencia de su padre por problemas de salud. “Cabe recordar que soy hijo y nieto único, si no me hacía cargo, el negocio se habría perdido. Pero nunca me obligaron, lo hice con ganas”. Por ahora no hay herederos a la vista, pero reconoce que el futuro de Casa Mira no depende de él.

“Es lo mismo que ha pasado conmigo, como me han enseñado, si tú obligas a alguien a querer el negocio es muy probable que al final acabe quemado. La continuidad debe producirse de forma natural, no forzada”.

De momento, hay turrones Mira para rato. Sobre todo en Navidad, la época de mayor venta para la que se preparan el resto del año. “En noviembre y diciembre se hace el 80-85% de la facturación de todo el año. Cerramos en julio y agosto, pero ya antes del verano empezamos a calcular cantidades, a hablar con los proveedores, a organizar todo para que en estos dos meses esté todo a punto simplemente para hacer, hacer, hacer, y vender, vender, vender”.

Y fuera de temporada, el carrusel sigue girando con bombones, pastelitos, tortas de turrón, piñón o chocolate, las violetas de toda la vida... seduciendo a locales y turistas. Por algo son, por derecho propio, la atracción turística más dulce y exquisita de Madrid. // Casa Mira. Carrera de San Jerónimo, 30. 28014, Madrid.