Hay quien disfruta más planificando un viaje que viajando. No es mi caso. Improvisar es, para mí, una de las mejores formas de ejercer la libertad. Si tuviera dinero, iría al aeropuerto sin billete, con las manos en los bolsillos, decidiría en ese instante un destino y, una vez allí, le pediría a un taxista que me llevase a un buen hotel.
Ahora, los bares sí los planifico. Me paso horas en Google Maps mirando fotos y leyendo comentarios. Con los años, uno aprende a leer entre líneas y, en la mayoría de ocasiones, una imagen vale más que mil palabras. La idea es acabar con una lista, no muy larga, cinco o seis bares, que pueda visitar en un par de días. Esta es la lista que me llevé a Marbella, a ver qué os parece.
Bar Guerola

No está en una de esas calles estrechas de suelo empedrado del casco viejo, pero qué importa si lo que tienes delante son unas espinacas con garbanzos, unos mejillones a la marinera o una tapa de carne con tomate. Tras la barra te espera Manolo y, si le pides una recomendación, te dirá que ensaladilla hay en todas partes, en cambio, pollo al curry o kefta no encontrarás en muchos otros sitios.
Le pregunté si el kefta era típico y la respuesta no podía ser mejor: "De aquí sí". Una de esas señales de que estás en el lugar adecuado. Su versión del kefta, este clásico de la cocina marroquí, se presenta en mini albóndigas con una salsa espesa y bien especiada.
Otra de las cosas que valoro de un bar es que sea un negocio familiar. Me gusta esa idea de estrechar la mano que te da de comer y si no hay nadie jugándose la piel, todos sabemos que las cosas son distintas. En estos casos, siempre son curiosas las escenas cotidianas. Como cuando la hija de Manolo le recriminó cómo había servido una tapa y él exigió que se sirviera tal cual. Ella se fue murmurando para sí y él sentenció con un “No me relates”. Una expresión que no había oído nunca. En los bares también se aprenden cosas.
Abierto desde 1960, es de los pocos bares de Marbella en los que se puede ir a desayunar. Abren de lunes a viernes, de 8 22.30 horas. Es decir, todo el día. Un esfuerzo que todos debemos valorar. Os aseguro que tener un negocio familiar abierto durante catorce horas y media al día, es duro. // Bar Guerola. c/Padre Enrique Cantos, 4, 29602, Marbella.
Bar Estrecho

Ahora sí, nos vamos al casco antiguo, a disfrutar de su arquitectura blanca y floral. En una de esas calles en las que hay que caminar en fila india, nos encontramos con el Bar Estrecho. Abierto desde 1954, es un histórico que ha visto pasar a numerosas celebridades que le han dado ese halo que tanto gusta, desde Sean Connery a Lola Flores.
No voy a los bares por quién ha podido estar allí, pero la historia siempre es un aliciente. Evidentemente, hay mucho turista, pero conserva su esencia, algo que tiene su mérito, cada vez más locales caen en el abismo de los nachos, el hummus y el guacamole.
Se pueden pedir raciones y también tapas. A mí me gusta ir de bar en bar, probar una o dos especialidades y seguir mi camino. En el Estrecho hay donde elegir, sirven una clásica ensaladilla rusa, también la malagueña, de pimientos asados, salmorejo, caracoles, callos con garbanzos y mucho más. Mi recomendación es echar un vistazo a la vitrina, donde tienen presentadas muchas de las elaboraciones y elegir la más tentadora. // Bar Estrecho. c/San Lázaro, 12, 29601, Marbella.
Bar La Polaca

Uno de los principales alicientes del Bar La Polaca es que está junto al Mercado Central de Marbella. Así que es perfecto para tomar algo antes o después de un paseo por los pasillos del mercado, una oportunidad para acercarse a la cocina local y a la vida cotidiana. Es cierto que, como visitante, no siempre puedes llevarte producto fresco, pero os aseguro que, como souvenir, casi todo el mundo prefiere unos borrachuelos a un imán de nevera.
Ya en La Polaca, lo primero es disfrutar del ambiente y de su peculiar decoración. Con una caña ya entre manos, que acompañan de alguna cosa para picar, se puede ojear la carta, que tiene mucho que ofrecer: sartenes, ensaladas, tapas, tostas y lo que llaman “platos de la Haza”, como los callos a la malagueña o los huevos rotos con jamón.
En los meses de frío, recomendaría un gazpachuelo, que sirven todos los miércoles. Con el calor, mejor su ensaladilla o una tosta de jamón ibérico con salmorejo. // Bar La Polaca. c/Haza del Mesón, 6, 29601, Marbella.
Bodega San Bernabé

La Bodega San Bernabé está junto al Parque de la Alameda, lo que ahora se considera un refugio climático. Los días de calor, que son muchos, la sombra densa de sus ficus centenarios, palmeras y jacarandas es mejor que cualquier aire acondicionado. Bajando unas escaleras, te encuentras la Bodega, un local minúsculo que invita a quedarse en la terraza.
A primera hora, predomina el cliente local, que es bienvenido. Es un punto de encuentro habitual. En una de las mesas, un cliente se reencontró con una amiga y, entre risas, le soltó: “Ya ni meto la barriga pa’ dentro”. Los turistas no son acogidos con tanto entusiasmo, es más, a mí no me trataron nada bien y, aun así, lo recomiendo.
Ahora todo el mundo busca autenticidad y parece que no está nada claro su significado. Algo auténtico es verdadero y lo verdadero es imperfecto. Prefiero mil veces que me echen en cara, de malas maneras, que espere fuera porque todavía está cerrado, a pesar de que pasen diez minutos de la hora de apertura que tienen indicada, que no que me reciban con una sonrisa falsa que delata que estás muerto por dentro.
Dicho esto, la ensaladilla la sirven con un crujiente de jamón y es muy popular su tosta “no hay guevos”. Sus montaditos son variados, de jamón ibérico, de caña de lomo o de butifarra ronda, entre otras cosas ricas, pero me quedo con su gilda de atún, servida sobre unas chips y con unos tacos gruesos y jugosos. // Bodega San Bernabé. c/Carlos Mackintosh, 3, 29602, Marbella.
Bar Francisco

Acabamos nuestro paseo por Marbella en el bar que me gustó más. Curiosamente, le había preguntado a una herramienta de inteligencia artificial por un bar infravalorado de la ciudad y este fue uno de los sugeridos. Llegué cuando faltaba media hora para el cierre y me encontré con Francisco, con sus 87 años, acomodado en una de las mesas viendo el tiempo pasar. Tras la barra, me recibió su hija, pregunté si estaba a tiempo de pedir algo y me dijo que lo que quisiera.
En la vitrina, la omnipresente ensaladilla rusa y también pescado fresco limpio. Los salmonetes pedían a gritos una fritura y así se hizo. Mientras los disfrutaba con las manos, como debe ser, Francisco se acercó curioso y me preguntó por las cámaras. Los buenos hosteleros siempre tienen interés por lo que se dice de ellos.
Seguro que se os ocurren mil maneras de pasar una buena tarde, pero qué puede ser mejor que juntar a un grupo de amigos en primavera y pasear de bar en bar hasta completar estos cinco, disfrutando de un par de tapas en cada uno de ellos, con una caña, un fino o un blanco de La Axarquía. // Bar Francisco, C. Aduar, 36, 29601 Marbella
Bonus track: Jara Restaurante

Vamos a acabar con el motivo que me llevó a Marbella. Me habían invitado a conocer la cocina del nuevo Restaurante Jara del Kimpton Los Monteros. Estuve alojado en el hotel, un mítico por el que han pasado estrellas como Audrey Hepburn o Michael Jackson. Lo acaban de reabrir tras una reforma que lo ha transformado en un templo del buen gusto.
Confieso que nunca me han atraído los hoteles destino. Antes, siempre decía que desayunar en un hotel era perder una oportunidad de conocer la cultura local. Con la edad, uno se acomoda y ahora, siempre que puedo, hago un desayuno eterno. Madrugo, bajo con el ordenador y me estoy un par de horas trabajando entre cafés, tostadas, frutas y demás maravillas.
Agradezco especialmente cuando en el bufé se cuela algún guiño a la gastronomía local. Es un esfuerzo que pocas veces encuentra recompensa. Cuando no lo veo, suelo preguntar, y la respuesta más habitual es una versión de: “Teníamos, pero acabábamos tirándolo porque nadie lo cogía”. En Los Monteros había un par de detalles estupendos. Ofrecen una magnífica selección de aceites de oliva virgen extra clasificados por varietal y una bandeja con besitos de monja, tortas locas y borrachuelos. Una delicia.

José Carlos García, responsable de la cocina de Jara, tiene una estrella Michelin en su restaurante de Málaga. Evidentemente, ha adaptado la propuesta, haciéndola más flexible e informal. La ejecuta Eduardo Pinar, que es quien conoce y controla la cocina del hotel, donde se puede estar sirviendo, al mismo tiempo, un menú para una convención empresarial, la hamburguesa con patatas que ha pedido la habitación 211 o el aperitivo en la piscina de una pareja de enamorados.
Contar con el asesoramiento de un cocinero de prestigio, especialmente si está vinculado a la gastronomía del territorio, también es un esfuerzo que hay que reconocer. Os aseguro que, en la inmensa mayoría de los hoteles, por muy bien representada que esté la cocina local, lo que más se pide sigue siendo la hamburguesa con patatas o algún plato facilón de características similares. Hay que entenderlo, cada cual tiene sus obsesiones.
De la carta, me quedo con los arroces. Tal vez uno de verduras de la huerta del Valle del Guadalhorce, uno negro con sepias y gambas acompañado de allioli, o quizás uno meloso con carabineros de Huelva. Me estoy viendo saliendo de la piscina, echando un vistazo a la carta mientras me seco y llegando a la mesa, con la caña a medias que he pedido en la terraza, para sentarme justo cuando el arroz llega recién hecho. Lujo. // Jara Restaurante. c/ del Lince, 29603, Marbella.